A modo de
presentación de la autora:
"Me acabo
de enterar ahora mismo. Había llevado a mi hijo al hospital y no me enteré
hasta que vi a los fotógrafos” Estas fueron
las palabras con que Doris Lessing recibió a la prensa
británica, después de conocerse que había ganado el Premio Nóbel de Literatura
de 2007. Son palabras que dicen mucho de esta mujer; una hermosa anciana, con
más de noventa años, que vive como si eso de la fama no fuera con ella. El
escenario de ese encuentro en absolutamente cotidiano: la
puerta de su casa; ella sentada en un escalón y sencillamente ataviada. Desde
luego la imagen no corresponde a una persona de éxito. Sin embargo, desde 1950,
que apareció su primer libro Canta
la Hierba, Doris
Lessig, no ha vivido más que para la literatura, ha publicado más de cuarenta
títulos y ha conseguido numerosos premios, entre ellos el Príncipe de Asturias
de las Letras y el Sant Jordi, otorgado por la Generalitat de Catalunya.
Doris Lessing |
Desde 1962, en que apareció la primera edición de El cuaderno dorado, se convirtió en una celebridad, al menos en algunos círculos intelectuales y especialmente entre el movimiento feminista, muy joven en ese momento. No obstante, Doris Lessing no se ha considerado nunca una feminista: "No sé a lo que se refieren con eso, los hombres y las mujeres no son tan diferentes", ha llegado de decir en alguna ocasión. Y es que a ella, más que las teorías y las etiquetas, le interesa la vida, los personajes de carne y hueso. Su mirada sobre las mujeres es singular, poco explorada literariamente; es capaz de construir historias sencillas, aunque poco convencionales, sin ningún tipo de concesiones a lo establecido. Sus personajes femeninos viven situaciones duras, complejas, ambiguas; los suele poner ante callejones sin salida y ellos responden de una forma poco corriente.
La primera edición castellana de esta obra apareció en el año 1993,
aunque llevaba en el mercado anglosajón casi diez años. Fue por esa fecha
cuando cayó en mis manos una pequeña edición de bolsillo. Su lectura me produjo
algo parecido a lo que experimenté con Un
casamiento convencional; uno de sus primeros libros, aunque en este caso, la
identificación con una de sus protagonistas, provocó en mí algo más profundo y
movilizador de lo que se espera de cualquier relato de ficción. Pero esto
corresponde a un ámbito puramente personal.
La novela: Diario de una Buena Vecina:
Doris Lessing nos enfrenta en esta novela con una cuestión fundamental
desde el punto de vista ético: el compromiso personal con lo que nos rodea. ¿De
qué somos responsables?, ¿podemos cerrar los ojos, o hacer oídos sordos ante la
mirada asustada y suplicante de una persona vulnerable? Son preguntas
fundamentales que un lector reflexivo no puede dejar de hacerse ante esta obra
literaria, se trata de un asunto trascendente y universal.
Aunque la novela sitúa la acción en los años ochenta, en el Reino
Unido, las temáticas y los personajes son reconocibles para cualquiera de
nosotros, hombres y mujeres europeos del siglo XXI. Y es que, como la propia
Doris Lessig ha dicho: “nada es personal,
en el sentido de exclusivamente propio”. Es así como aborda esta autora sus
historias, como un encuentro en el que participan ella, sus personajes y los
lectores. En ese encuentro, según ella, no importan ni la nacionalidad, ni el
género, ni la raza; porque, al fin y al cabo, la literatura y el arte en
general, tienen para la escritora un sentido universal y colectivo. De ahí que
algunas de sus obras hayan sido consideradas como el retrato perfecto de la
experiencia femenina contemporánea.
La literatura de Doris Lessing no es amable, ni está pensada para
la evasión. No es extraño que algunas personas se sientan incómodas leyendo
alguno de sus libros. Y es que su retrato de la sociedad contemporánea es tan
realista como ácido, aunque comprensivo. Los conflictos de pareja y generacionales,
las rupturas, la soledad, la maternidad, la vejez…, nos llegan a través de una
pluma y de una mirada poco convencional: las madres pueden abandonar a sus
hijos, las hijas y esposas pueden inhibirse ante la responsabilidad de cuidar o
atender procesos de enfermedad y muerte, una familia feliz puede romperse ante
la llegada de un hijo diferente al que esperamos, los viejos no son siempre seres bondadosos y
sabios; en fin, la vida no es como nos gustaría, sino como es, y los humanos,
respondemos ante las circunstancias que nos rodean como podemos.
En El Diario de una Buena
Vecina, todos estos temas cobran realidad, a través de la vida de Janna
Somers y Maudie
Fowler, las protagonistas principales. Pero también de otros personajes, no
menos importantes, y que cumplen un papel en el conjunto del relato: Joyce, la
amiga y compañera de trabajo de Janna, Georgie, su hermana, Vera Rogers, la
Asistenta Social, Bridged la Ayuda a domicilio, las enfermeras, y hasta el
tendero del barrio y las ancianas vecinas, cada cual con su pequeña y humana
historia.
Janna y Maudie: un encuentro entre
dos mundos
Janna es viuda, de mediana edad, una mujer atractiva, sin hijos ni
ningún compromiso más allá de su trabajo en la dirección de una revista de
modas de las llamadas “femeninas”. Janna Somers, llevaba muchos años sin más
preocupación que la dirección de su revista, en donde se pasaba gran parte de
su jornada. No se preguntaba si era feliz o le faltaba algo, simplemente se
dejaba llevar y al llegar la noche podía perder dos horas en el cuidado de su
cuerpo y la preparación del vestuario que llevaría a la oficina al día
siguiente.
Maudie es una anciana de noventa años, encorvada por la edad y por el duro trabajo que ha
tenido que desarrollar durante toda su vida. La
situación de la mujer, en el momento de encontrarse con Janna, es de extremo
aislamiento y total vulnerabilidad. Vive sola en un piso, en el que no deja entrar
a nadie porque tiene miedo de que los servicios sociales la obliguen a ingresar
en un asilo.
Ambas se tropiezan de forma totalmente azarosa y desde ese
encuentro, Janna, la mujer joven, se ve empujada de un modo, que para ella es
inevitable, a cuidar de aquella vieja gruñona. Pero en esa relación que se
inicia entre ambas mujeres, con mundos e intereses tan dispares, sucede algo
que cambiará la vida de ambas. Janna se da de bruces con su inmadurez, reconoce
haber cerrado los ojos al sufrimiento y la muerte de su esposo y de sus padres.
La
historia tiene forma de diario íntimo, en el que la protagonista vierte los
sentimientos y emociones que le provoca su nueva vida. Cada vez que pasa por la
casa de Maudie, se enfrenta, no sólo a la decrepitud, la pobreza y la suciedad
en la que vive la mujer, sino al mal carácter de ésta. Porque Maudie Fowler no
es una mujer amable, ni fácil de contentar; al contrario, a medida que pasa el
tiempo, sus expectativas respecto a Janna son más altas, y en consecuencia,
cada vez que su amiga falta a la esperada visita, ella muestra su peor cara: la
de una víctima llena de resentimiento. Parecía estar buscando un choque frontal
con su cuidadora, que sin embargo, se arma de paciencia y comprensión y sigue
haciendo lo que puede por la mujer. Es aquí donde Doris Lessing se muestra
comprensiva con el personaje de Maudie. Parece querer decirnos que la vieja
tiene razones más que evidentes para comportarse así, y que Janna, una señora
de clase media, con su cómoda vida y sus cincuenta años, no puede comportarse
como una niña enfadada, que se defiende del trato poco agradecido de la
anciana.
Afecto y rabia; una ambivalencia que recorre toda la historia, y
que Doris Lessig sabe darle la fuerza y la emoción precisa como para que sus
lectores puedan hacerse cargo de ambas situaciones. ¿Quién no reaccionaria como
Maudie, ante la posibilidad de perder su casa, su historia, su identidad…?
¿Quién no sentiría al mismo tiempo el impulso de protección y la ira que siente
Janna, hacia una vieja gruñona, que está pidiendo a gritos ayuda, pero se
muestra inflexible ante las propuestas que se le hacen para paliar su
situación?
Hay un aspecto que quisiera resaltar de la evolución que hace
Janna a lo largo de la novela. Aquella “esposa-niña”,
incapaz de hablar de cosas reales con su marido, que reaccionó asustada ante la
enfermedad y la muerte de éste y de su madre, la vemos crecer y dar una
respuesta llena de serenidad y madurez a las exigencias y mal carácter de una
“vieja” con la que no tenía ningún vínculo familiar ni afectivo.
Pero
para Janna esta respuesta tan madura no resultaba fácil. Muchos días se iba a
su casa con una mezcla contradictoria de emociones, que invadían su tranquila y
despreocupada existencia. Las exigencias y desplantes de Maudie le dejan un mal
sabor de boca, a pesar de lo cual ella es capaz de comprender los sentimientos
de la mujer, al tener que aceptar que una extraña invadiera su intimidad de
aquel modo. La descripción que hace Doris Lessing de estos momentos en que
Janna debe lavar de arriba abajo a la anciana, están llenos de detalles y de un
realismo que emociona.
A lo largo del relato vemos a una Janna que va tomando conciencia
de cuál ha sido hasta ahora su vida y de cuantas cosas tiene que aprender.
Después de tomarse tres semanas de vacaciones, forzada por un fuerte dolor de
espalda que le ha dejado incapacitada para valerse por sí misma, se da cuenta
de que también ella puede ser una persona vulnerable y pasar a depender de los
demás, lo cual la hace valorar de otra manera lo que tiene y lo que puede
perder.
Doris Lessing logra transmitir, a
través de la mirada de Janna Somers, la admiración que merecen todas las
profesionales de la salud, e incluye a las asistentas del hospital donde Maudie
está esperando la muerte. De las primeras destaca el sentido común, la
paciencia, el humor y la capacidad que tienen para ponerse en la piel de tantas
y tantas ancianas, casi todas difíciles y muy enfermas. De las segundas, lo
tiene decidido, va a escribir una novela sobre ellas, mujeres que llegan a
Europa de cualquier lugar del mundo, que mantienen a sus familias, crían hijos
y mandan dinero a sus parientes.
Está claro de parte de quien está Doris Lessing, cual es su
compromiso y qué ha querido transmitir con la novela. Las mujeres son las verdaderas protagonistas, mujeres
corrientes, de esas que todos conocemos, las que trabajan y además se ocupan
del mundo doméstico. Toda la narración parece estar al servicio de un
compromiso con la gente corriente, a la que reconoce como portadora de
cualidades humanas y de una identidad propia.
En este sentido, me ha hecho reflexionar sobre ese hábito tan extendido,
que consiste en clasificar a las personas por un solo atributo, por ejemplo, la
edad. Es evidente que Maudie, la anciana protagonista no tiene casi nada en
común con sus vecinas, las otras mujeres mayores que aparecen en la historia.
Lo único que les une es la edad, pero Doris Lessing parece querer decirnos que
no todos los viejos son iguales, que la historia de cada cual ha ido dejando su
huella en las actitudes, en el carácter, y desde luego, en la forma cómo se
vive esa etapa de la vida. Por eso, la
autora se muestra en desacuerdo con el trato infantil o de excesiva confianza,
que muchas veces se les da en los hospitales y describe una escena en la que el
médico se dirige a Maudie con estas palabras:
“Tosa por mí, por favor, dése la vuelta por mí, por favor, aguante la respiración por mí, por favor…”
“Tosa por mí, por favor, dése la vuelta por mí, por favor, aguante la respiración por mí, por favor…”
O ese familiar “cariño”, con el que una enfermera trata de
conformar a la vecina de habitación de la señora Fawler, a lo que la mujer
responde: “no soy su cariño”. Ni la
una ni la otra, aceptan el trato que se les da y responden de forma adulta a la
falta de consideración del personal hospitalario. Toda una lección para los
profesionales que trabajan diariamente con personas mayores, y también para
cualquiera de nosotros, que el medio familiar o vecinal tratamos con ese
colectivo.
¿Por qué es tan difícil morir?, exclama Janna
Somers en las últimas páginas de la novela. Gran tema y gran pregunta, que la
protagonista se hace por el contacto directo y consciente que por primera vez
tiene con ese fenómeno. Pero, como otras cuestiones que el libro aborda, no me va a ser
posible desarrollar esta ocasión. Invito a las lectoras y lectores, que tengan
interés por adentrarse en esta y otras historias, a través de la voz y la
mirada de Doris Lessig, a acercarse a su extensa y variada obra. Es una buena
oportunidad para el aprendizaje y el disfrute personal.
Hola Teresa. Este verano he leído varios libros de Doris Lessin. El que más me gustó fue "Diario de una buena vecina" es muy recomendable, a pesar de que intentó publicarlo con seudónimo y se la rechazaron en varias editoriales.
ResponderEliminarAbrazos
Una mujer impresionante,es la palabra que me nace para describir a esta mujer sencilla en apariencia y de un interior tan pleno e intenso, tan creativo y disperso,que le da la capacidad de crear grandes obras literarias.
ResponderEliminarTodo un icono feminista,de carrera tardía y sin embargo profusa.
Cuántos dolores de cabeza le ha dado escribir y ahí sigue encantadoramente tozuda.
:)
Por cierto,muchas gracias por seguir a ésta que te comenta,una simple aficionada a,precisamente,dispersar sus pensamientos y transformarlos en letras.
Besos.
Marinel, muchas gracias por comentar en Leo y Comento, pero este es un blog comunitario del que soy administradora junto con Nerim y esta entrada no la he hecho yo.
EliminarUn abrazo
Teresa parece que nuestro seguidores, entre ellos yo, hemos leido poca a esta autora y por eso no comentamos pero después de leer tu entrada me la pongo en la lista de espera.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu reseña y esperamos la próxima.
Un saludo.
Desgraciadamente, todo lo que no se publicita con grandes campañas, apenas se conoce. ¡Animo! A leerla.
EliminarUn abrazo