Y ahora les cuento por qué.
No es una novela al uso. Es un juego, un juego de espejos en el que el lector es cómplice del escritor que, a su vez, es cómplice de su propia vida.
Es una historia que contiene varias historias. La del escritor en sí mismo, como persona. La del escritor como personaje de su escritura y la de los recuerdos que cautivan.
Es un juego metaliterario del lector con el escritor, o cómo conducir al lector hasta donde ni siquiera el mismo escritor sabe cómo llegar.
Alena Collar incita al lector a través de este juego de espejos a seguir adelante, a descubrir los misterios que encierra la historia.
Una de las cosas que más me han gustado de esta novela son los personajes: sencillos, entrañables. O los recuerdos que el escritor necesita recuperar, convertidos en tiburones y metáforas, que se le habían perdido. Por esa razón se encierra en un pueblo con el afán de que su memoria le vuelva a hablar y le cuente. Su memoria, su olfato o su vista.
De lo mejor que se puede encontrar son las metáforas de Alena. El lenguaje poético, sin resultar cursi jamás, sin recurrir a lo trillado, a los lugares comunes de los que nos dicen a los que escribimos que hay que huir. A ella no le hace falta que se lo recomienden.
En la novela se intuye una crítica hacia la pasividad en la escritura de los relatos, hacia esos novelones del mil páginas en las que lo único que sucede es una retahíla de palabras sin fondo alguno. A través de su conocimiento de los escritores y poetas de todas las épocas, Alena Collar, a través de su protagonista, va hilvanando patadas en la espinilla a todo lo que se mueve. Genio y figura. A mí me han divertido mucho, la verdad.
De paso, mientras Carlos escribe, Alena Collar nos va mostrando cómo se realiza el proceso de escritura de una novela. Cómo escribimos mentalmente las situaciones que vamos viviendo y que trasladamos, sin darnos cuenta, a la historia que fluye dentro de nuestra cabeza.
¿Alguna pega o todo es perfecto? Ninguna novela lo es, faltaría más. En algunos momentos, siempre desde mi punto de vista, la falta de acotación en el diálogo para diferenciarlo del pensamiento de Carlos, el escritor protagonista. Pero tampoco es malo, no crean.
Otro punto destacable es el oficio de Alena Collar. Se nota, se lee y te sorprende.
El chico de la chaqueta roja es una novela que necesita tranquilidad para su lectura. Dejarse llevar hasta convertirse en el mismo escritor.
Como dice la contraportada del libro, El chico de la chaqueta roja es la metáfora de lo que ocultamos.
Autora de dos libros: La Casa de Alena (Alternativa Editorial Galicia 2003) y Teatrerías (Alternativa Editorial 2005), y de textos publicados en diversas Antologías Colectivas del grupo Sensibilidades (Alternativa Editorial entre 2002-2005). Además tiene publicados seis inencontrables poemas en la Editorial CLA de Bilbao allá por 1980...
En esa primera etapa universitaria fue finalista del Premio Clarín otorgado por la Facultad de Ciencias de la Información con el relato: “Ítaca”, publicado por la Universidad en 1983. Co-creadora de la Revista Universitaria “505” de efímera vida y fugaz tránsito... y, así mismo, colaboradora en distintos diarios madrileños de información: Informaciones, La Tarde, y Derby Digest.
En esa primera etapa universitaria fue finalista del Premio Clarín otorgado por la Facultad de Ciencias de la Información con el relato: “Ítaca”, publicado por la Universidad en 1983. Co-creadora de la Revista Universitaria “505” de efímera vida y fugaz tránsito... y, así mismo, colaboradora en distintos diarios madrileños de información: Informaciones, La Tarde, y Derby Digest.
Y publicada por la editorial Talentura Libros el magnífico libro de relatos Estampaciones.
Editorial Baile del Sol- El chico de la chaqueta roja