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22 de mayo de 2015

Peste & Cólera de Patrick Deville

Peste & Cólera
Autor: Patrick Deville

A veces olvidamos a personajes que cambiaron el rumbo de nuestra civilización por una cuestión de anonimato preventivo e ignorancia perpetua. Es como si los "grandes genios" ya estuvieran consagrados y el resto no tuvieran ni siquiera la oportunidad de aparecer entre las listas de nuestros super-héroes. ¿Quién fue el científico que descubrió el bacilo de la peste bubónica y su vacuna? No fue Pasteur. Fue un discípulo del afamado Instituto Pasteur, un suizo nacionalizado francés, llamado Alexandre Yersin.

Nació en Suiza, en Lavauz (Canton de Vaud) en el año 1863 y si accedemos a alguna fuente de consulta veremos que fue un médico bacteriológico que no recibió Nobel alguno por su gran hallazgo para la humanidad, por combatir con audacia y pericia científica una enfermedad que ya se había cobrado millones de vidas a lo largo de la historia.

Patrick Deville, el autor de esta novela, la enmarca en el concepto "novela sin ficción", y para mí significa que no es una ficción con personajes reales, no es periodismo narrativo y tampoco es una biografía al uso. El mismo autor desecha la idea de biografía argumentando que Yersin tuvo un hermano a quien ni siquiera  nombra en la novela, y por contra, su hermana Emile, con quien mantuvo una extensa correspondencia, cobra cierto protagonismo en algunos de los episodios narrados.

La historia de este médico, bacteriológo descubridor del bacilo de la peste bubónica durante la epidimia de Hong Kong en 1894, es la historia de un hombre que no separa la ciencia, su verdadero trabajo, de sus hobbies, y este hecho le conduce a ser autodidacta en tan variados campos como su curiosidad científica le permite: fue explorador (abrió tres rutas nuevas en Indochina) , topógrafo (a la topografía la denominaba 'la poesía de lo útil'), cartógrafo, botánico, meteorólogo, astrónomo, ingeniero, arquitecto, agricultor (pionero en el cultivo del árbol de la quinina y del caucho en Asia).... Un hombre al que sus variadas vocaciones le permitieron ser libre y feliz al mismo tiempo. Huye de los honores del Instituto Pasteur, de la fama, de los laboratorios cerrados, del clasismo de su época, de la política, e incluso de la literatura, el arte en general y la propia Historia con mayúsculas. Prefirió la soledad de la selva en Vietnam  frente a la urbe de París, la exploración continua frente a la rutina laboral, la curiosidad perpetua por el descubrimiento frente a la enseñanza de lo que se puede aprender.

La prosa de Deville es ágil y no sufre de interrupción alguna, entrecruza la historia de su vida con la del poeta Rimbaud, el escritor Conrad, el explorador Brazza, o con la de otros hombres y hechos históricos que se adhieren a la piel del protagonista sin vapulearlo, porque Yersin fue un hombre ajeno a la Historia, como si la política y la historia no tuvieran lugar en su vida. El narrador es un "fantasma del futuro"(la voz de Deville) que acompaña a Yersin en su larga travesía (vivió 80 años), y a veces, puntualmente, puede incomodar por su sarcasmo o ironía.

Es encomiable la ardua labor de investigación que Deville ha tenido que llevar a cabo para recolectar las cartas de Yersin con su madre Fanny, con su hermana, con los pasteurianos Roux y Calmette, los testimonios de quienes le conocieron, las recomendaciones escritas de Pasteur, sus diarios, las vivencias de su periplo en el Extremos Oriente publicadas en las revistas ilustradas de la época, y todo ello para contarnos la aventura de un explorador de la ciencia al que los médicos reconocen por el nombre científico de la peste bubónica: Yersinia Pestis, pero a quien el ciudadano de a pie no suele reconocer a primera vista.

Resumo en una frase de la página 144 la esencia, bajo mi criterio, de Alexander Yersin: "Al igual que todos, Yersin busca la felicidad. Sólo que él la encuentra". Esta frase precede a la "hermosa soledad que escoge Yersin propicia a la indagación poética y científica". Tiene 35 años, "conoce el paraíso, Nha Trang, y no quiere volver a abandonarlo, sino hacerlo aún más bello, crear allí un Instituto Pasteur".


Reseña de Laura Garrido Barrera.


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