El alma de este poemario, resuena entre conceptos unas veces
tan etéreos como el amor y otras tan llenos de matices como el desamor.
La obra está dividida en dos partes. La primera de ellas
titulada “20 acertijos de un sueño”, nos invita a explorar el lenguaje
espiritual más íntimo de su autora, pero no desde un prisma idealista, sino
desde la cotidianidad de un entorno cercano y común donde se mezcla “el yo” simbólico con “el mosotros” material y a veces abrupto,
de un desamor co-protagonista en estos versos que despiertan un exquisito
erotismo en las palabras.
Podemos leer en algunos de sus acertijos, como la poeta,
encuentra refugio en la sinuosidad de sus versos y escribe:
“Hoy he venido a confesarme conmigo
a trepar la grieta que has dejado para
mí”
“Abriré tus
días invocando mis dioses de noches muertas
otra vez me
perderé en el sin-sentido de mi lenguaje”
Si avanzamos en la lectura, la vemos caminar entre fantasmas
y respirando su aire etéreo:
“Este cielo es mío -nos dice la poeta-
pero tiemblo al pisarlo
cuando me besas”
“todo se pierde al final de la noche
acuchillando la bestia que nos brota en
los poros”
En los 20
acertijos, conviven el espíritu y la carne como conviven el aire el asfalto. Y
escuchamos a la poeta que nos dice:
“no hay celos que puedan contener
este instante bajo mi falda”
y nos sigue
diciendo en otros de sus acertijos:
“Agitaré mi cadáver hasta agitar su
soledad
entonces
si después de esto no consigo que te
quedes
enterraré la madrugada en el asfalto”
“Se nos congelan las ganas
y nos asaltan las dudas”
El lector
llega a los últimos versos de esta primera parte, con el intento de que la lluvia
purifique al amor y la poeta escribe:
“No estamos solos
estamos con nosotros
ahogando una caricia que ahoga su pena
miradas que se van tras la lluvia”
La segunda parte del libro, da título al poemario: “Ángeles
grises” y en ella, vemos que el mecanismo del verso varía y sus versículos nos
dejan veinte poemas en prosa donde el espíritu de amor que habita entre sus
páginas, vuelve a pisar fuerte en los versos, a crecerse reivindicando su
espacio y su deseo.
Y leemos en
los primeros poemas
“Tengo derecho a un ángel rojo, huyendo
de ti y de mí. No
me digas que solo tienes ángeles blancos
o negros.
Entonces únelos señor, y dámelo gris,
como yo”.
“(…) Señor,
mi ángel es blanco porque mi corazón no se atreve a llorar
en sus manos,
mi ángel huye de las heridas como un animal huye de sus miedos.”
“Señor, ¿lo alejas de mí? ¿Desafías la
gravedad humana? Levitas en su memoria y él se divide mitad ángel, mitad Dios,
mitad hombre”
El encriptado de esta segunda parte, pareciera un diálogo
entre la poeta y el poder sobrehumano. Un diálogo retórico entre el yo y otro
yo desdoblado en el que la poeta busca sus respuestas y se dice así misma:
“No hay nada seguro
bajo nuestros pies, todo es gelatinoso y espeso como el aire, todo sorprende
con el dolor, todo se prepara para el llanto, hasta yo.”
Otras veces, el lector puede creer que la poeta habla de un
“tú” sin doblez, que se niega a la última despedida y leemos:
“Alguien me espera, y
tú me detienes. Miras el reloj envejeciendo tu rostro. Sabes que es hora, que
una caricia más pondría en evidencia que no estás en el conteo de San Pedro
(…)”
Sin embargo, la autora es hábil con la mecánica del poema,
con ése saber llevar al lector hasta la confusión entre los versos más
tenebrosos y curvilíneos en los que parece hablar con un fantasma al que dice:
“Estoy sentada
queriendo olvidar que eres Ángel. Que ya no me penetras en la piel”.
Para de
nuevo entrar en el diálogo entre el yo y el yo desdoblado:
“Ángel, Cómo creo un
mundo, lejos de mí. Cómo toco un sueño a espaldas de Dios y lo hago tuyo. No sé
cuándo despertó estas ganas de hacerme carne y sangre al mismo tiempo, solo sé
que no me corres por las venas distinto a la lluvia”
Es en sí, esta segunda parte del libro, una lucha constante
por resolver enigmas que quedan inconclusos para el lector que puede creer en
ése ángel imaginario que no se olvida de lo que deseamos ser o tener,
“Ángel, - dice la atora- quita al hombre
que imposibilita vernos al espejo”
Sin embargo,
a veces ángel, nos parece la propia muerte.
“Ángel, esto huele a ti
y no me atrevo a sentir, a abrir una puerta desconocida para mí, no me atrevo a
reconciliar la noche contigo para no llorar”.
También habrá lectores que se acerquen a la imagen de la
persona amada y muerta. Un ángel que fue carne y que ahora, ha cruzado a otra
dimensión desde la que aún habita el alma de la poeta como guardián de sus
días.
“Si, ángel, todo sigue
igual, el camino vuelve a vestirse y se marcha sin respuestas. Mis caricias a
tu rostro cuando no estás, volteo la cara para no sentir, y el roce de tus
labios, vuelve a los míos (…)”
O como
leemos en el poema diecisiete y no avanzo más para que sea la autora quienes
nos lea sus preferencias:
“Dejó de llover Y la puerta no es lo único que nos separa,
también tus alas nos dividen. Te hacen menos humano, menos hombre, menos yo”
Todos y cada uno de los veinte poemas que componen la segunda
parte del libro, pasea al lector entre versos cargados de una exquisita poesía
fuera de tópicos con una gran carga de lo cercano y cotidiano. La autora nos guía
a través de la metonimia por unos versos donde subyace un diálogo consigo misma
y donde prevalece el pensamiento retórico.
Ysabel Florentino, con este poemario nos ha regalado una obra
hecha arte donde la poesía aplaca el dolor de la ausencia. De una ausencia que
en su primera parte “”20 acertijos de un sueño”, coexiste con la compañía del
otro. Y que en la segunda parte “Ángeles grises”, coexiste con el espíritu del
otro. Sea este otro un alguien distinto a la autora, o quizá sea, un alguien
que habita a la poeta para ayudarla a encontrar respuestas.
En cualquier caso, cada lector con su lectura, será
consciente de los silencios y de la soledad que emana en cada verso. Y hará
suyos los poemas hasta poder dar una explicación distinta a la de cualquier otro,
de lo que ha leído o sentido.
Recomiendo leer con un lápiz a mano, para regresar al verso
subrayado cuando crea haber encontrado su significado en los versos que lo
siguen. O para regresar a ellos cuando necesite sentirse acariciado por la
poesía que habita a Ysabel Florentino.
Ysabel Florentino es una escritora que crea su obra tanto en
narrativa como en poesía. Es gestora cultural en la ciudad dominicana de San
Cristobal, desde donde ha venido a Madrid para participar con nosotros en esta
semana de actividades en torno al Festival Internacional de Poesía y Arte Grito
de Mujer que inauguramos hoy en esta Biblioteca.
Ysabel ha recibido varios reconocimientos literarios de
narrativa y también por la excelencia de su gestión cultural. No en vano, es la
presidenta fundadora de la Fundación
Literaria Anibal Montaño y forma parte del grupo editorial Montaño y fundadora, coordinadora y profesora de los
Talleres Literarios San Cristobal y los Mi barrio en letras y 101
niños poetas de san Cristobal.
Colabora con la Fundación Cuevas del Pomier desarrollando el Festival Cultural Indígena y en la Revista Pomier. Es también la coordinadora del Pabellón dominicano
en las Ferias Internacional del Libro de
2013,2014 y 2015. También ha coordinado el Pabellón Letras del Este. La Feria Regional del Libro en San Pedro,
2013; El Pabellón Letras del Sur en la Feria Regional del Libro Peravia, 2014
y el Pabellón de las Letras del Cibao,
Feria Regional del Libro Hermanas Mirabal, 2015.
Asunción Caballero
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