Decía María
Zambrano que el hombre era un ser afortunado y que su única desgracia consistía
en esperar. En esa espera debía desvelar lo que se hallaba encubierto, envuelto
en los ojos del olvido.
Mónica Manrique
emprende este camino interior de forma magistral, encabeza el libro con una
pregunta de la pensadora malagueña «¿nacer es un sacrificio a la luz? ».
Es la primera
parte Sol al corazón una llamada en
la que la poeta se viste de asombro, tiene claro que debe atravesar el bosque,
prepara su equipaje y se enfrenta a preguntas que se tallan en el pensamiento
de la penumbra:
«¿Para qué me has
abierto la boca
si me lengua se
hunde en el barro? […]
¿Para qué me
entregaste las manos?».
Dudas que responde
con la paciencia e inteligencia de la que sabe que la búsqueda va a ser dura.
Bebe del manantial esfuerzo, rodea la leña con sus propias manos para dejar
salir su no ser, y se enfrenta al abismo en el último poema:
«mi peso es
acantilado hacia las aguas,
mi corazón se
suelta y trepa hacia la puerta».
El trabajo poético
de la travesía se aborda en segunda parte Cruzar
paisajes. Una labor que la escritora asume porque conoce cuál es el punto
de salida, rema con el sol.
Vive su exilio
desde el camino agónico que supone sacar a la luz oscuridades que conducen por bosques de supervivencia,
campos incendiados en los que muere la voz de la estrella, se enfrenta a la
incertidumbre:
«¿Hay en la tierra
alguna luz
por la que caminar
desnudo sin ser leña?».
La disgregación es
un hecho evidente en poemas como Cauce de
lo que está ocurriendo o Consagración
en el que aparecen versos que definen lo eterno de forma mágica:
«La eternidad es
partir en dos toda la sangre».
Una confesión de
madre cierra esta etapa, un remanso de amor antes de mirar.
Y casi sin
aliento, cuando crees que el final se acerca vuelvo a acordarme de la voz de la
pensadora malagueña que decía que todo lo que se mira pide ser mirado.
Mónica se
encuentra con la imagen de lo acontecido y nos regala una parte titulada Espejos. Es para mí de una belleza
sublime que la palabra cristalice. Nos encontramos con poemas encabezados por
fragmentos de Heidegger o San Juan de la Cruz tan influyentes en el concepto razón poética.
Con reflejos,
rayos de luz (de memoria y de aurora) con la imagen refractada en modo de éxodo
inverso, describe y mira quien se ha llenado de barro hasta las entrañas, porque
sabe que el tesoro de la poesía se halla en el subsuelo de la literatura y hay
que armarse de razón poética para sacar a la luz el lado invisible de la
realidad.
El último presente
tiene forma epistolar, es la llave que cierra (o abre) esta búsqueda, una
misiva a María.
Querida Mónica:
He cerrado tu
libro sintiendo el peso de tus palabras por los ojos.
Creo que la luz de nuestra admirada pensadora se ha hecho realidad en tu conciencia y que estaría orgullosa de tu viaje.
Hola Encarni, me parece precioso lo que nos cuentas sobre el libro de Mónica, me lo anoto para leerlo. Besos :D
ResponderEliminarEste libro dese ser extraordinario, intentaré encontrarlo
ResponderEliminarUn abrazo
Encarni, me ha encantado la descripción que haces de la obra. Sin duda me la apunto para mis próximas lecturas. Un abrazo
ResponderEliminarHola, te ha salido una reseña muy bonita, no soy mucho de poesía, pero la verdad es que me ha dado curiosidad. Por cierto, soy nueva seguidora, me quedo por aquí para descubrir nuevas lecturas. Si te apetece pasarte por mi blog bienvenida, y si te gusta lo que ves y quieres suscribirte, genial!Qué tengas buen día!
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