“La oscuridad volvió a
quedarse quieta
como la quietud
intransitable de El ruido y la furia de Faulkmier.”
La oscuridad
tiene muchísimos matices. Nos acompaña a
lo largo de nuestra vida; la amiga o enemiga invisible de nuestros recuerdos, de nuestros miedos,
rechazos. También de nuestro vacío, de
nuestra ansiedad. El encuentro con uno mismo, o su desencuentro.
Estamos ante
un poemario que nos presenta la ambigüedad de la noche, un ser noctámbulo en forma de neblina, una densa capa que se adueña del
juicio, y del corazón del ser humano.
Este libro genera
la impresión de estar más allá de un profundo examen de sí mismo; uno casi
podría jurar que está frente a una fría y eficiente autopsia emocional. Una
disección profunda del sentimiento del poeta, frente a la amalgama de
intervalos que presenta la oscuridad: cuando te penetra, te habla, te invade y
te quema.
Hay un poema
de Alejandra Pizarnik que expresa: “ese instante sudoroso de nada”; donde
todo es posible o todo es nada; un vacío que puede llenarse, o puede
precipitarse, o puede silenciarse, o puede amarse:
La oscuridad surge de
improviso
se agiganta y empequeñece
a voluntad
corre a su albedrío
ocultando
las iluminadas
ciudades...
...la oscuridad cubre
el día cuando este muere...
Ese abanico lo presenta magistralmente José
Herrero interpretado como un
nocturno de Chopin; abocado a un alma en permanente desasosiego. El día sabe que existe, el poeta sabe que
llega; el permanente goteo de un grifo. El cierre de unos labios después de la
consumación de la noche.
Las raíces
de esa oscuridad podemos encontrarlas en la propia vivencia del autor ante su
enfermedad y cercanía a la muerte; se descubre a sí misma como una declaración
de intenciones, y también un instrumento para saldar viejas deudas. Se
convierte en un instrumento para arañar la reflexión: la miseria, la soberbia, el amor
imposible, los celos, el sexo. Lo social también tiene un componente en este
libro: pues el hombre es instinto social, personal. Es carne de cañón frente a
sí mismo y frente a los otros.
La oscuridad
es la transformación de todo lo inimaginable, es la pulsión entre el hombre y
su instinto. Es la soledad de una cama,
la soledad de la vejez, la soledad del ímpetu, la soledad de la enfermedad, la
soledad de la quiebra personal, y así viajamos a lo largo de este poemario con
una ansiedad provocada por la búsqueda de la luz; con una sensación de sequía
ante esa corporeidad que atraviesa la piel y se hace dueña de todo nuestro
espacio personal.
Me he
quedado con la sensación de no temerla cuando esta aparece, cuando en medio de
la noche me despierto y sé que está quieta. Fija e inmóvil hablándome
suavemente en el sueño, en mi conciencia.
Se queda quieta cuando todos los demás se han ido. Se sienta a mi lado
intentando plácidamente observar mi cuerpo desnudo tratando de esquivarla.
Pero es
tarde. Cuando la oscuridad se queda quieta, todo perece y a la vez, nace:
Ya no hay ruido.
Se lo ha llevado el
hombre
en las entrañas
en las manos abundadas
de pliegues
en los corazones que
acaso han dejado de latir.
ISBN13: 9788416764808
Colección: Daraxa
Clasificación: Poesía
Tamaño: 14x21 cm
Idioma de publicación: Castellano
Edición: 1ª Ed.1ª Impr.
Fecha de impresión: Marzo 2019
Encuadernación: Rústica con solapas
Páginas: 96
PVP: 10€
Gracias Isabel por tu colaboración en este blog y por darnos a concocer a todos estos poetas. Un abrazo.
ResponderEliminargracias a ti siempre por ofrecer un espacio para dar a conocer gente interesente
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