6 de diciembre de 2021

Calíope de Eduardo Benítez Romero


ULISES y CALÍOPE  una nueva  ODISEA

 Cada vez me sorprende más el despertar del ser humano a lo universal, me estremece ver la gente preocupándose más de que puede ofrecer lo sombreado, la oscuridad, el misterio, que hay detrás de la luz, como nace la herida y como cierra. Me gustaría creer que la poesía, la creación en general, tenga un peso importante en este bello cambio. Entender de una vez que el peculio no nos puede gobernar, pertenece al humano; el amor, el que construye la naturaleza y todo el infinito, tiene  sus raíces en lo divino.

Por qué empiezo la presentación con este pensamiento: es porque creo que el autor de Calíope, el poeta Eduardo Benítez Romero, pertenece a la familia de los creadores que trabajan en el despertar, en orientar la conciencia hacia lo esencial. He leído su libro por partes, con detenimiento y la dedicación que se merece y desde el principio me ha impactado el poder del poeta de trasmitir con la fuerza de la palabra viva. Hay gente que versifica, según complicadas y a veces inútiles fórmulas para adaptarse a las modas, al mercado, o simplemente dirigiendo el verso a la sequía del propio interior, de la impotencia de utilizar mejor la energía disponible. No es el caso de Eduardo, a este poeta la mordedura de la poesía es interior y le come por dentro. No se escapa nada a la profundidad de su mirada y en palabras sencillas, nos  sirve lo bello igual que lo malo, con la misma sinceridad.

De hecho la composición del libro habla de su generosidad, elige nombrar los capítulos con la palabra que designa a la sustancia dominante, a la base de esta construcción literaria.

Así mismo hay nueve capítulos y el título de cada uno, además de avisar, contiene la materia madre. En la mitología griega, Calíope es la musa de la poesía épica y la elocuencia y esa  Calíope está presente en la vida de nuestro poeta desde la infancia, hace de conciencia con mano dura, no deja que nada se le escape.

Qué es “Calíope “en definitiva, sino un viaje terrenal en el que de vez en cuando interviene lo ancestral e incluso lo divino. Decía alguien que el camino más largo es él del corazón hacia el cerebro, pues el viajero se puede equivocar,  pero el camino jamás. Nuestro viajero no se equivoca de camino, siempre acompañado de Calíope acerca más el corazón al cerebro y ésa es la magia que ocurre cuando el verso abre puertas y ventanas ante nosotros.

 Así podemos disfrutar de una introspección donde el poeta habla consigo mismo, como con un amigo de gran confianza, para conocerse más, y sobre todo crearse en carne nueva:

“correr como un rio  alegre como un niño,

 sabio como un anciano”

y todo esto bajo el ala de la poesía.

Qué bello y duro a la vez es este principio de poema:

“Un niño está muriendo

tras él un buitre espera.”

Para mí el poema ya ha nacido y tiene un peso tan grande en cuanto rompe la fibra de la carne. Ya no importa el color del niño sino la perspectiva  de la vida, el futuro pardo y la destreza de un poeta.

Hay un niño bueno que se hace visible, el buen niño que se sorprende preguntando:

“Señor no sé como son tus manos,

Tú casa

Cuando me quedo dormido, haz que me sueño niño.”

Este niño ya maduro lleno de ternura, de fe y esperanza,  este niño asustado todavía,  por fin ve la luz que le defiende y le cura.

“Soy Tierra

Fruto maduro

Cosecha.

Toma lo mejor de mí”

invita más adelante, con generosidad el poeta, y aquí quiero dirigirme directamente al lector de buena fe, y le digo que un regalo hecho de alma y espíritu, tiene que ser recibido con elegancia, con cuidado y cariño, con los brazos extendidos y respeto hasta llegar al amor.

“Como un suicida

 me arrojo e los brazos de la vida”

dice poeta a la página 251 cuando ya han parido los prunos. Alguien piensa que este verso necesita ser explicado, no, se molestará seguro, porque:

“En mi noche de luciérnagas

no hay lugar para los cuervos”

El poeta junto a su musa reflexiona, canta, acaricia, pregunta:

¿Servir

o ser servido?

¿Pastor del rebaño

u oveja del pastor?

¿Observar para crear

u observar lo creado’?

¿Tras una estrella

 o pasar por pasar?

Si es una pregunta  y no solo una reflexión, en calidad de lector, contestaba: observar siempre  para poder crear, y sobre todo no olvidar la historia para no repetir errores. Y como yo, puede opinar todo lector, y aquí interviene de nuevo la maestría del poeta, este bello fingir el desconocimiento para abrir una puerta por donde entrar  y unirse al lector y sentirse bienvenido.

Transcendental hasta onírico, el poeta lleva el tono del libro a un “crescendo” muy bien coordinado: nos libera de sus propias ansias y nos invita a conocer su casa, la casa de su padre y extiende la mano llena de caricias sobre un mundo de promesas, promesas para el padre, tan  querido, hasta sí mismo, acentuando para convencerse definitivamente de que su pensamiento, hecho promesa, tiene cuerpo y de él depende que vaya creciendo a la vez con el gesto de regalar.

El poema ¿Me verás acaso…? termina con esta promesa rota de un enorme deseo de ser allí en  este espacio perdido y mantenerse a la espera de la respuesta queriendo matar la reflexión y su carga.

Sin temor a equivocarme digo:

Nada muere,

 padre,

Sigues vivo.

Y …

 ¿Cómo puede ser

preñada la vida,

primavera de muerte?

cuando…

“Luce el sol,

Florecen los arbustos,

 verdea la tierra,

adornan las ramas

Multitud de nidos.”

Con esta sensibilidad nipona hacia al entorno,  cierra el libro Eduardo y no es poco, como poco no es desnudarte delante de la gente para liberarte y liberar.

Este libro tiene 265 páginas, 265 hermosas sorpresas, 265 vivencias guardadas en la sangre, tatuadas en piel viva que os espera sorprender, 265 páginas que no necesitan a Mariana Feride para presentarlas, se presentan solas, lo único que tenemos que hacer es comprar el libro y disfrutar cada letra, cada propuesta que Eduardo Benítez Romero, convertido en Ulises, nos hace con su regalo.

Calíope, la musa, se ha ganado la supremacía porque ella que siempre acompaña a los reyes, esta vez ha decidido acompañar a Eduardo, señalando el derecho del poeta al trono de la poesía.

Enhorabuena, Eduardo, querido amigo, deseando que Calíope te acompañe a lo largo de toda esta Odisea llamada vida.

En español la traducción de Calíope es “bella voz”, pues escuchemos en silencio la bella voz del poeta Eduardo Benítez Romero.


Autora de la reseña:

 Mariana Feride

Poeta




Eduardo Benítez Romero (Madrid). Animador sociocultural, profesor de Taichi Chuan, poeta desde niño, cofundador junto a la poeta Lola Deán Guelbenzu de la tertulia poética La flor de cristal, y de los Encuentros poéticos de Majadahonda, que presenta. Antologado en "Antología de poetas en Madrid" (editorial El desván de la memoria), "Antología La poesía en Navarra S. XX"I (Asociación navarra de bibliotecarias y bibliotecarios). "Calíope" es el cuarto poemario que publica, y el primero que edita Bohodón ediciones. Que la musa Calíope inspire al lector sentimientos de amor, inquietudes sociales y meditaciones, entre otras cosas que hallará en este libro hecho con profunda dedicación.

3 comentarios:

  1. Bella voz poética que Eduardo Benítez Romero sabe expresar y transmitir en este precioso poemario.Lola Deán Guelbenzu.

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  2. Parece interesante me gustan las frases.

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