ULISES
y CALÍOPE una nueva ODISEA
Por qué empiezo la presentación con este pensamiento:
es porque creo que el autor de Calíope, el poeta Eduardo Benítez Romero,
pertenece a la familia de los creadores que trabajan en el despertar, en
orientar la conciencia hacia lo esencial. He leído su libro por partes, con
detenimiento y la dedicación que se merece y desde el principio me ha impactado
el poder del poeta de trasmitir con la fuerza de la palabra viva. Hay gente que
versifica, según complicadas y a veces inútiles fórmulas para adaptarse a las
modas, al mercado, o simplemente dirigiendo el verso a la sequía del propio
interior, de la impotencia de utilizar mejor la energía disponible. No es el
caso de Eduardo, a este poeta la mordedura de la poesía es interior y le come
por dentro. No se escapa nada a la profundidad de su mirada y en palabras
sencillas, nos sirve lo bello igual que
lo malo, con la misma sinceridad.
De hecho la composición del libro habla de su
generosidad, elige nombrar los capítulos con la palabra que designa a la
sustancia dominante, a la base de esta construcción literaria.
Así mismo hay nueve capítulos y el título de cada uno,
además de avisar, contiene la materia madre. En la mitología griega, Calíope es
la musa de la poesía épica y la elocuencia y esa Calíope está presente en la vida de nuestro
poeta desde la infancia, hace de conciencia con mano dura, no deja que nada se
le escape.
Qué es “Calíope “en definitiva, sino un viaje terrenal
en el que de vez en cuando interviene lo ancestral e incluso lo divino. Decía
alguien que el camino más largo es él del corazón hacia el cerebro, pues el
viajero se puede equivocar, pero el
camino jamás. Nuestro viajero no se equivoca de camino, siempre acompañado de Calíope
acerca más el corazón al cerebro y ésa es la magia que ocurre cuando el verso
abre puertas y ventanas ante nosotros.
Así podemos
disfrutar de una introspección donde el poeta habla consigo mismo, como con un
amigo de gran confianza, para conocerse más, y sobre todo crearse en carne
nueva:
“correr
como un rio alegre como un niño,
sabio como un anciano”
y todo esto bajo el ala de la poesía.
Qué bello y duro a la vez es este principio de poema:
“Un
niño está muriendo
tras
él un buitre espera.”
Para mí el poema ya ha nacido y tiene un peso tan
grande en cuanto rompe la fibra de la carne. Ya no importa el color del niño
sino la perspectiva de la vida, el
futuro pardo y la destreza de un poeta.
Hay un niño bueno que se hace visible, el buen niño
que se sorprende preguntando:
“Señor
no sé como son tus manos,
Tú
casa
Cuando
me quedo dormido, haz que me sueño niño.”
Este niño ya maduro lleno de ternura, de fe y esperanza, este niño asustado todavía, por fin ve la luz que le defiende y le cura.
“Soy
Tierra
Fruto
maduro
Cosecha.
Toma
lo mejor de mí”
invita más adelante, con generosidad el poeta, y aquí
quiero dirigirme directamente al lector de buena fe, y le digo que un regalo
hecho de alma y espíritu, tiene que ser recibido con elegancia, con cuidado y
cariño, con los brazos extendidos y respeto hasta llegar al amor.
“Como
un suicida
me arrojo e los brazos de la vida”
dice poeta a la página 251 cuando ya han parido los
prunos. Alguien piensa que este verso necesita ser explicado, no, se
molestará seguro, porque:
“En
mi noche de luciérnagas
no
hay lugar para los cuervos”
El poeta junto a su musa reflexiona, canta, acaricia, pregunta:
¿Servir
o
ser servido?
¿Pastor
del rebaño
u
oveja del pastor?
¿Observar
para crear
u
observar lo creado’?
¿Tras
una estrella
o pasar por pasar?
Si es una pregunta
y no solo una reflexión, en calidad de lector, contestaba: observar
siempre para poder crear, y sobre todo
no olvidar la historia para no repetir errores. Y como yo, puede opinar todo
lector, y aquí interviene de nuevo la maestría del poeta, este bello fingir el
desconocimiento para abrir una puerta por donde entrar y unirse al lector y sentirse bienvenido.
Transcendental hasta onírico, el poeta lleva el tono
del libro a un “crescendo” muy bien
coordinado: nos libera de sus propias ansias y nos invita a conocer su casa, la
casa de su padre y extiende la mano llena de caricias sobre un mundo de
promesas, promesas para el padre, tan
querido, hasta sí mismo, acentuando para convencerse definitivamente de
que su pensamiento, hecho promesa, tiene cuerpo y de él depende que vaya
creciendo a la vez con el gesto de regalar.
El poema ¿Me verás acaso…? termina con esta
promesa rota de un enorme deseo de ser allí en
este espacio perdido y mantenerse a la espera de la respuesta queriendo
matar la reflexión y su carga.
Sin
temor a equivocarme digo:
Nada
muere,
padre,
Sigues vivo.
Y …
¿Cómo puede ser
preñada
la vida,
primavera
de muerte?
cuando…
“Luce
el sol,
Florecen
los arbustos,
verdea la tierra,
adornan
las ramas
Multitud
de nidos.”
Con esta sensibilidad nipona hacia al entorno, cierra el libro Eduardo y no es poco, como
poco no es desnudarte delante de la gente para liberarte y liberar.
Este libro tiene 265 páginas, 265 hermosas sorpresas,
265 vivencias guardadas en la sangre, tatuadas en piel viva que os espera
sorprender, 265 páginas que no necesitan a Mariana Feride para presentarlas, se
presentan solas, lo único que tenemos que hacer es comprar el libro y disfrutar
cada letra, cada propuesta que Eduardo Benítez Romero, convertido en Ulises,
nos hace con su regalo.
Calíope, la musa, se ha ganado la supremacía porque
ella que siempre acompaña a los reyes, esta vez ha decidido acompañar a
Eduardo, señalando el derecho del poeta al trono de la poesía.
Enhorabuena, Eduardo, querido amigo, deseando que Calíope
te acompañe a lo largo de toda esta Odisea llamada vida.
En español la traducción de Calíope es “bella voz”,
pues escuchemos en silencio la bella voz del poeta Eduardo Benítez Romero.
Autora de la reseña:
Poeta
Bella voz poética que Eduardo Benítez Romero sabe expresar y transmitir en este precioso poemario.Lola Deán Guelbenzu.
ResponderEliminarGracias.
ResponderEliminarParece interesante me gustan las frases.
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