28 de septiembre de 2012

"LA LUZ DEL DÍA". Graham Swift.

Editorial Anagrama, 2003. 313 páginas.


Graham Swift está considerado como uno de los mejores novelistas británicos de la generación de los 80, junto con Julian Barnes, Martin Amis, Ian McEwan y Kazuo Ishiguro

Cuando iba a editar las etiquetas para esta entrada, dudé. 
Al final, me decidí por colocar las de Novela negra y Novela policíaca, porque lo es. 
Pero es muchas cosas más; podría haber añadido la de Novela intimista, o haber creado una nueva categoría: Novela gastronómica.

Empecé a leer a Graham Swift hace poco tiempo. Empecé con la considerada como su más lograda  novela y una de las mejores de los últimos años del siglo XX en Inglaterra: "El país del agua".

Después de esa obra maestra -llevada al cine con Jeremy Irons como protagonista- leí "Fuera de este mundo", "Mañana" y "Desde aquel día" y aún tengo reservada "Últimos tragos", también convertida en película.

Pero me he decidido por traer aquí y recomendar "La luz del día" por su casi perfecta estructura, porque encontré, sin saberlo en un principio, una maravillosa novela que recuerda en algunos aspectos formales a las mejores de la línea negra anglosajona: narración en primera persona, intriga hasta el final, protagonista atormentado y con "manchas" en su pasado.

Casi desde el principio, conocemos muchos de los hechos. Sabemos quién es el asesino (la asesina), quién es el asesinado (el marido de ésta); pero no el cómo ni el exacto por qué. 

Aunque, también casi desde el principio, conocemos el triángulo que da lugar a la tragedia: la esposa, profesora de lenguas extranjeras; el esposo, un ginecólogo de éxito; y la joven refugiada croata, alumna de la primera.

El protagonista, un detective privado contratado por la esposa y que había sido policía, va contándolo todo, con saltos en el tiempo: pasado, presente...



Enamorado de su clienta, la profesora asesina, y rodeado por una serie de mujeres que influyen en su vida: su hija, con la que lo une una especial relación afectivo-gastronómica; su secretaria, que fue su amante y que lo daría todo por él; su ex esposa, que tras 20 años de matrimonio, le dice adiós sin más.

Poco a poco, nos va desvelando los cómos y los porqués, como capas de una cebolla, hasta llegar a la última página. Él es el único que conoce todos los hechos pasados, presentes, de la excelente trama que va tejiendo el autor.

También es una novela acerca de "cruzar, atravesar líneas": sobre la sexualidad, sobre la homosexualidad, sobre la relación detective/cliente, sobre la relación detective/persona vigilada, o policía/detenido, o profesor/alumno...

Precisa, lacónica, lírica, profunda, da gusto leerla. 

No sé si es mejor despacito, para saborearla o rápidamente, para desentrañar el final y llegar a saber todo lo que sabe el protagonista/narrador.



Algunas citas:
"Amar es estar dispuesto a perder, es no tener, no guardar."

"Ir a visitar a alguien a la cárcel se parece a un breve ensayo de la cosa real, una breve idea del castigo. Las puertas se cierran detrás de nosotros. Un sistema -un olor- nos traga, nos registran, nos cuentan, nos marcan. Nos preguntamos vagamente si nos dejarán salir. Luego, cuando se acaba el tiempo, se produce un pequeño milagro. Regresamos -todo está en orden- por el camino por el que vinimos. Damos ese sencillo paso que no lo es tanto para los que se quedan dentro, un paso que para ellos ni siquiera es concebible.
Puede que a todos debieran obligarnos a darlos. Una especie de educación, un privilegio. Saber cómo es dejar el mundo y que después nos vuelvan a poner en él."



"En los aeropuertos hay canales y espacios vacíos y filtros; estar allí se parece a estar en una cadena de producción. Un enorme sistema de opresión que elimina toda aura o -por la misma vía- la realza. Tantas partidas, tantas llegadas: no se pueden distinguir un sencillo adiós de una agonía, amantes de amigos. La gente se excita, se abraza, se niega a separarse, se besa. ¿Qué significan esos ojos húmedos? ¿Que nos vemos el sábado que viene? ¿Que nunca volveremos a vernos?
Toda esta intimidad en público. Pero aquí no es algo desacostumbrado, es casi lo que corresponde.
Y, del mismo modo, es el sueño de un detective. Uno pasa a formar parte de la multitud, nadie se da cuenta de nuestra presencia, ni siquiera si pasara rozándolo.
Y, de todos modos, no hace falta ser detective. Se lleva en la sangre.
¿Quién no lo ha hecho alguna vez? De pie o sentado al borde de un gran espacio lleno de gente, mirando. Y quién, por el mero gusto de hacerlo, no ha escogido, como un espía, una silueta aislada, una pareja, y seguido cada uno de sus movimientos, de sus gestos, quién no ha intentado leer sus labios. Y quién no se ha preguntado: ¿cuál es su historia?"

"En la meticulosa y amorosa preparación de un plato hay (...) una especie de poder curativo."



Graham Swift.

18 de septiembre de 2012

El amor es una droga dura.




También podría haberse titulado El síndrome de Stendhal, pues cuando abrimos el libro, nos encontramos en la primera página dos citas muy importantes que dan pie a la historia.

La primera, de Platón, una simple frase que en un principio no me dijo nada, pero que es básicamente la esencia de la novela.

El amor es quien ama, no lo amado.

La segunda pertenece a la doctora italiana Graziella Magherini:

Muchos de nuestros pacientes son personas afectadas por la belleza, pero gran parte de ellos “salvajemente” retirados de ella, refugiados en la enfermedad, por la imposibilidad de tolerar la relación apasionada con el objeto estético, que fascina con sus cualidades formales, pero que produce dolor por los enigmas que genera y por los dilemas que plantea.


Basílica de la Santa Croce, Florencia (Italia).

La primera vez que oí hablar sobre el Síndrome de Stendhal, fue el año pasado, en la asignatura de Teoría del Arte, pero nuestra profesora, afectada por la relación entre la cantidad de materia y el escaso tiempo, simplemente nombró esta historia, transformada en “enfermedad”, que le ocurrió a Stendhal en el año 1817 cuando visitó la Basílica de la Santa Cruz de Florencia.

Algo es algo. Después de esta novela, he comprendido que yo también he sufrido infinidad de veces este síndrome, a todas las edades, pero sin poder definirlo, solo sintiéndolo.

En la novela, un psicólogo amigo del protagonista lo describe así:

El síndrome de Stendhal o “La enfermedad de los museos”. Son los trastornos psicosomáticos que sufren ciertos individuos ante la contemplación de la belleza.

Yo nunca he llegado a desmayarme, pero sí a sentir tal éxtasis ante el objeto que se admira, que me hacía rechazar automáticamente todo lo demás.


El baño turco, Ingres, 1862.

El primer día de clases en la Universidad, el profesor de Arte medieval cristiano nos dijo: “para estar aquí, para haber elegido esta carrera tenéis que tener todos una cosa muy importante, el goce estético”.

Enseguida comprendí que yo lo poseía, y más tarde descubrí a Stendhal, y a otros muchos más teóricos que, fascinados por el Arte se dedicaron a estudiarlo.

Por eso adoro leer novelas repletas de nombres de artistas y de mitos y de historia.

Sin embargo al leer la sinopsis de esta, no deja muy claro que se hable tanto de arte, sino más bien de fotografía.


El naufragio del Esperanza, Caspar David Friedrich, 1824.

El protagonista, un prestigioso fotógrafo de cincuenta años, sufre un exceso de alcohol, drogas y sexo, por lo que decide retirarse del mundo que lo ha llevado hasta ahí, para rehabilitarse.

Pero su tranquilidad va a durar poco, pues la bellísima Nora entra en su vida, en su corazón y en su alma, y él la va a amar desde el primer momento; aunque no la soporte cuando abre la boca, pues cree que hay varias Noras y que ella interpreta, a su vez distintos papeles.

Pero cae rendido, extenuado ante su extrema belleza, sus elegantes vestidos negros, su exquisita forma al caminar, su sensual voz, su experiencia con hombres y mujeres, su delicada inocencia..., tanto que la califica de muñeca rota a la que debo amar y proteger.


Atardecer, René Magritte.

Javier (nuestro protagonista) decidió ser fotógrafo desde muy joven pues, aunque él no lo supiera también había sufrido desde siempre el Síndrome de Stendhal: desde su amor a los seis años por una niñita rubia de cabellos larguísimos, o su extraña fijación por la fuente eléctrica de una juguetería, hasta la complicidad y devoción que llegó a sentir con una salvaje y elegante gata negra que asaltaba el gallinero de su abuelo.

A lo largo de la novela, Javier expresa su amor por obras de arte muy diferentes, por eso, para mi sorpresa, nombra más artistas pictóricos que fotógrafos.

De pequeño admiraba en secreto una lámina en blanco y negro de El baño turco de Ingres; pero su primera experiencia con este síndrome la vivió en el museo de Charlottenburg (Berlín) contemplando el negro naufragio de Friedrich, fascinado por los abismos.

Sin embargo, confiesa que desde siempre, ha tomado fotografías sin tener una cámara, es decir, con su mente.


La bella Rafaela, Tamara de Lempicka, 1927.

Las fotografías mentales son las mejores, nada ni nadie puede destruirlas, quedan siempre ahí, en la retina. El ojo funciona como una cámara que el cerebro almacena, en un archivo secreto y personal, que puedes consultar sin que nadie lo sepa y siempre que quieras.

Sería fotógrafo, para luchar contra el carácter efímero de la belleza.

Fotografiar era robarle un segundo a la voracidad del tiempo, y el tiempo era la muerte.

Su desafío mayor era atrapar, analizar, descubrir la belleza. Poseerla, para dominarla, y de ese modo, desentrañarla.

La cámara era un ojo suplementario que luchaba por atrapar la fugacidad del instante.

Para desentrañar la causa del deseo tenía que fotografiar al deseante, no al deseado.


Estos pasajes podemos leerlos más adelante, cuando su amor por Nora no lo deja pensar en otra cosa:

La diferencia entre desear a una mujer y amarla es que, cuando se la ama, la conversación es tan erótica como tocarla, como besarla, como acariciarla, como estar con ella. La conversación sostiene el deseo.


El mar, Antonio López.

En una conversación con su amigo psicólogo:

- Cuando los discípulos le preguntaron a Freud qué era el amor, querido mío -recordó Francisco-, contestó: Preguntadle a los poetas. O a los fotógrafos. O a los novelistas. A cualquiera que sea capaz de elaborar una metáfora... Sin embargo -agregó-, cierta vez se animó a definirlo: dijo que el amor era la sobreestimación del objeto en el que se había fijado la libido.

- No encuentro ninguna razón aparentemente objetiva para explicar por qué estoy seducido por Nora, excepto que su belleza me conmueve, me emociona, me hace delirar, me provoca erecciones múltiples, me estimula, me deprime, me subleva, me obnubila, me atosiga, me ahoga, me asfixia, me hace aflorar recuerdos que creía olvidados y me convierte en un conversador silencioso o en un vociferante.

Cuando al fin consiguió fotografiar a Nora, por supuesto guardó algunas copias, para poder admirarla (como hacía Lacan con El origen del mundo de Courbet), y la comparó con el anguloso Desnudo de Tamara de Lempicka: ...comprendió que la contemplación más intensa -y los placeres mayores- eran de índole solitaria.

¿Era necesario conocer, para amar, o amar era la única forma, inconsciente, de conocer?

Las vestales eran vírgenes, y Nora no lo era, pero de alguna manera, recuperaba su virginidad en algunos momentos, para perderla, después, brutalmente.



El origen del mundo, Courbet, 1866.


Me he sentido extraorinariamente identificada con Javier, por eso me ha gustado tanto la novela y por eso la recomiendo, a todo aquel que disfrute mirando un cuadro, un paisaje o a otra persona, tanto que a veces haya tenido que observarlo con mucha intensidad y, a continuación cerrar los ojos muy fuerte y grabar la imagen en su cabeza, para poder mirarlo a solas cada vez que quiera.

13 de septiembre de 2012

Las horas distantes de Kate Morton


TITULO : LAS HORAS DISTANTES
Autora : Kate Morton.


Cuando te acercas a un best seller, al que le preceden otros dos de gran acogida entre  el público en general (La casa de Riverton, 2006 y El Jardín olvidado, 2008), te preguntarás si no estarás cometiendo un error al leer el tercero sin haber leído los anteriores. Y afortunadamente, creo que no hay error que valga en este caso. 

Las horas distantes es un libro de 500 páginas apto para el verano, para quien guste de un tipo de novela sin muchos sobresaltos, sin grandes aventuras y con pocos personajes. De carácter intimista y muy personal. Está dividido en cinto partes, en cada una de ellas alterna dos tiempos : el comprendido en el período de la segunda guerra mundial (1939 a 1941, en el Castillo de Milderhust, en Kent, Inglaterra) dirigido por un narrador omniesciente que todo lo sabe, y el tiempo actual del relato, 1993 en Londres, narrado en primera persona por Edith Burchill.

Edith es una traductora, hija de Meredith. Meredith vivió de niña en el castillo de Mildheraust cuando fue evacuada de Londres por el asedio de los bombardeos. Las hermanas Blyte la acogieron durante casi un año. Las hermanas, Percy, Saffy y Juniper, son tres personajes con una historia soterrada en el fango de sus memorias. Ahora son ancianas, y Edith comienza a profundizar en la historia de sus vidas atraída por el silencio de su madre sobre una época,  por una relación bastante fría con ella,  y atraída por un libro que marcó su afición por la literatura cuando era pequeña. Dicho libro, de gran éxito, "El hombre de barro",  fue  escrito por el padre de las tres hermanas : Rymond Blythe, un escritor de renombre bastante especial.  "El hombre de barro" es un protagonista indiscutible en esta novela, y encierra un misterio difícil de adivinar incluso por el lector más avanzado . Tanto es así, que lo busqué en internet por si realmente existía. ;)

Me asombra la capacidad de la autora para realizar las transiciones entre el presente y el pasado, para describir las atmósferas, en especial todo lo que rodea al castillo, y las relaciones humanas entre las hermanas gemelas : Saffy y Percy, y de ellas dos con la pequeña Juniper, y de las tres con Meredith, y también con su padre. Son personajes cuyas características sicológicas  se van desempolvando a medida que se avanza en la lectura. Puede que se haga un juicio apresurados de uno u otro personaje por desconocimiento de las verdaderas causas de sus comportamientos. Las claves de la verdad, como no podría ser de otra forma en este tipo de novela,  se desvelan en la quinta parte del libro. Y de la trama, diré únicamente, que es absorbente pero con alguna intermitencia que merece la pena superar.

Añado otro dato importante :  todos los personajes principales escriben. De una u otra forma, cada uno de los personajes femeninos de la historia tienen talento escritor.

La historia se inicia con "Comenzó con una carta. Una carta que llevaba extraviada mucho tiempo, esperando durante más de medio siglo en una saca de correos olvidada en el oscuro desván de una anodina casa de Londres…" ...

De ella, Maria Dueñas dijo : Memorias, intriga y secretos de familia entretejidos en un absorbente laberinto de tramas complementarias que nos arrastran a una lectura llena de fuerza, ternura y emoción. Con un estilo ágil y envolvente, Kate Morton nos conmueve con una magnífica historia difícil de olvidar».

Kate Morton 
Entre los gustos infantiles de esta autora de éxito internacional, australiana, que nació en 1976, cuenta  que dedicó gran parte de su tiempo de lectura a un autor : Enid Blyton  y su saga de "Los cinco".  (Creo que muchos de nosotros los recordaremos con especial cariño). Licenciada en Discurso y Drama por el Trinity College de Londres, nos habla de su literatura con estas palabras:

"Mi literatura bebe de fuentes góticas, de aquello que mamé en mis lecturas juveniles, que solían ser de las hermanas Brontë, Dickens, Daphne du Maurier, Poe o Lucy Clifford, por poner ejemplos de la literatura victoriana que estudié"

Casada con un músico de jazz, tiene dos hijos y está escribiendo su novela : The secret keeper.
Por finalizar, diré que una vez más se demuestra que la pasión por las tareas que ejecutamos son el artífice de nuestros éxitos. Kate en una entrevista, decía que " ella era fundamentlamente una apasionada lectora, que sólo escribe lo que a ella le hubiera gustado leer". 


Kate Morton sobre sus tres novelas publicadas en 38 países


Lectores apasionados pueden ser buenos escritores,
o así lo creo yo.

8 de septiembre de 2012

La Princesa que creía en los cuentos de Hadas



El cuento de hadas que hoy os traigo, es una alegoría acerca de las creencias que algunas mujeres tenemos arraigadas tan profundamente, que sin darnos cuenta, han ido construyendo elevadas murallas de las que no sabemos o no queremos, poder escapar.

Es una búsqueda con camino hacia nuestro interior que nos acercará a la verdad, a nuestra individual y auténtica verdad, ésa que no tiene por qué ser, ni es, la misma para todos, pues nos pertenece tanto como nuestra propia identidad.

En muchos tramos de nuestras vidas, caminamos sobre las huellas que otros marcaron. Actuamos, pensamos y decimos lo que nuestros padres y maestros nos mostraron. Nos anclamos al camino trazado asumiendo que en las veredas solo podemos encontrar peligros e inseguridades. Asumimos los miedos y temores que otros dibujaron para nosotros impidiéndonos sin ellos saberlo, que nos convirtiéramos en exploradoras de nuestra propia vida. En dueñas de nuestras decisiones...

Muchas mujeres de nuestra generación, acatamos sin réplica lo que por nuestro bien otros decidían...

Hasta que un día (a veces pronto y/o a tiempo, y otras demasiado tarde), descubrimos que existen otros caminos que nadie cercano a nosotras transitaron. Son aquellos caminos que nos llevan a nuestro propio "yo", ése que aprende a elegir por sí solo responsabilizándose de sus equivocaciones y sus aciertos. En los que no consentimos que "otros", decidan por nosotras.

En ocasiones, como padres (los nuestros e incluso nosotros mismos como tales), inducen (inducimos), para que los hijos consigan aquellos logros que ellos no alcanzaron. Desean que sus experiencias nos (les),  iluminen y valgan como libro de vida. Anulando en demasiadas ocasiones el crecimiento personal de los hijos. Neutralizando sus deseos, incluso creándoles ilusiones que lejos de serles válidas, les ayudan a ser infelices.

El cuento de Marcia Grad Powers nos muestra la llave para abrir los portones de nuestras propias murallas...


"(...)La felicidad es una elección. Una vez que se ha hecho la elección, debes practicar la felicidad lo mejor que sepas, aunque tengas que fingir hasta que lo consigas. Las acciones originan pensamientos, y éstos a su vez, condicionan nuestros pensamientos".

"(...)No se puede huir de los problemas al igual que no podemos deshacernos de nuestra propia sombra. Huir de algo no es la solución (...)"

"(...) El amor le hace a uno sentirse bien -dijo Doc-, Si no es así, no es amor(...) Si sientes dolor muchas más veces que felicidad, no es amor. Es algo más que te obliga a estar encerrada en tu propia cárcel, incapaz de ver que la puerta hacia la libertad está delante de ti abierta de par en par (...)".

"(...)Algunas personas tienen que llegar a tocar fondo para que quieran aprender a salvarse. Es más, incluso en esos momentos, los hay que siguen sin atreverse a intentarlo (...) A veces, debes renunciar a quedarte y comenzar a andar (...)la vida no viene con el certificado de garantía. Puedes aprovechar una oportunidad o dejarla pasar. (...)La única seguridad que existe es la de saber que uno puede cuidarse de sí mismo".

Estas citas son tan solo algunas de las muchas que podéis encontrar en este cuento de hadas que seguro, te ayudará a descubrir un poquito de tu verdad.

 "Simboliza el viaje que todos hacemos en la vida a medida que separamos la ilusión de la realidad y descubrimos quiénes somos y cómo funciona ese milagro cotidiano que es la vida" (reseña de la editorial -Obelisco-).

"La princesa que creía en los cuentos de hadas", es una lectura sencilla y amena, de fácil y agradable lectura que se deja leer cómodamente mientras tomamos el sol en la hamaca (218 páginas), que se leen durante los "respiros" de un par de días para el descanso....