22 de mayo de 2017

Pronombres por Francisco Espada



PRONOMBRES
“Pronombres” es un poemario muy personal, nacido de las mismas entrañas vivenciales de su autora, Asunción Caballero, quien se desdobla con lucidez en los cuatro planos de este collage de miradas en las que ella misma se despliega por los pronombres personales:

YO: la identidad de la mujer tradicional, que arranca con la voluntad inequívoca de decir la verdad: “Si no dices la verdad sobre ti misma / no puedes decirla acerca de otras personas”. Una identidad que a veces le lleva a la duda: “A veces / no sé quién soy /… / hasta que la noche se vuelve día.” No siempre la voz poética está segura de sí misma: “Sigo sin estar en mí, / perdida en el laberinto / de los días que duermen.” O cuando se lamenta de un desencuentro: “te fuiste cabizbajo / a la orilla de tu mundo.” En otros momentos todo se hace grande: “La casa se ha hecho grande / y oscura, / las risas bulliciosas / emigraron felices.” Y como si quisiera prescindir de todo reconocimiento, pide no ser envidiada: “No me envidies por nada, / solo soy / una mujer.”

TU: Partiendo de una cita de Aleksandra Kolontái: “la base de cualquier revolución es el amor”. Nos descubre los caminos por donde el amor se hace con las riendas de la vida: “Que hablen nuestro cuerpos /… / deseo yacer en tu cintura / y saciar mi sed entre tus brazos.” Un amor al que no se renuncia sino al que se acompasa y en el que se complace: “Y en tus brazos acoplaré para siempre un palpitar.” Aunque en su presencia se extasía, se declara: “una mujer libre / maestra de vuelos.” Un amor al que no quiere renunciar: “llévame hasta el último mirador / y déjame ir abrazada al recuerdo.”

NOSOTROS: donde se sale de lo personal para ser esa piedra preciosa y esos nuevos destellos en otras mujeres y en jóvenes vidas maltratadas en las que se duele, ya que, según Ángela Vallvey, “Para ser poeta / únicamente es preciso saber mirar el mundo.” Con esta cita arranca esta tercera parte. No sabemos en qué momento nace para la autora el compromiso social, si existía antes o es una nueva realidad en su vida, pero es un eje que atraviesa a la obra y se hace estallido de dolor ajeno en esta tercera parte: “Existe la nada./ La he visto tendida en la playa / desaliñada e indigente /… / Y aquí estoy, / entre la luz y las tinieblas,/ esperando un golpe / no sé si a la vida / o a la muerte. Para la poeta no existen fronteras ni dolor que no le restalle en su pecho: “Veo niños de barro / que juegan con alegría sorda / en los jardines de metralla.” En ella vive un dolor extremo por todo tipo de violencia, el desgarro de madre a quien le duele todas las heridas porque todos pueden ser sus hijos y a todos se siente hermanada, tanto la guerra como la violencia contra la mujer: “quisiera gritar desde la ventana / y llamar al maltratador. Pero también cuando la Naturaleza se enfurece allá donde se ha construido con materiales de derribo: “Lodo y sangre, madre y barro.” Y hace de su anhelo un sueño, un banderín de enganche, un hermoso regazo, un útero del que sacar a la madraza de raza que lleva dentro: “Quisiera, niña mía, / dibujar en tu desierto / un resplandor en la noche / con mensajes de esperanza / y medicamentos de amor.”

ELLAS: donde la desigualdad femenina aflora con ímpetu con la bandera de la reivindicación por las causas perdidas a las que se resiste y para las que se calza sus taconazos rojos: “Ayer fui todas la mujeres rebeldes / que no se achantan con dogmas de sumisión / y sabe cómo usar altos tacones. Y más adelante se reafirma: “Hoy soy la mujer /…/ Soy todas las mujeres. Una voz poética que quiere dar voz a las mujeres silenciadas, a las afónicas, a las ultrajadas por el miedo. Y es que ya no quiere ser una mujer perfecta: “No quiere ser la niña obediente / ni la joven hacendosa / ni la esposa entregada / ni la mejor trabajadora / ni la más sexi de las amantes, / menos aún, la perfecta madre /…/ Ahora / quiere desaprender los errores aprendidos.”
Estamos ante un topacio, una piedra preciosa, un manantial de palabras e ideas, un tetraedro con sus cuatro lados y sus aristas, su luz interior y los reflejos de cada una de las miradas que se acercan a este apasionado libro. Sus Pronombres van del ayer con el que se nutre su disconformidad, pasando por el hoy transformador y proyectándose como sombra alargada hacia el futuro, tiempos y lugares en los que no se reconoce sino que vive contrariada.


Esta reseña fue publicada por Francisco en Facebook , los que quierean leer lo que alli se dijo aquí os dejo el enlace 

Pronombres en facebook 

13 de abril de 2017

ÁNGULOS



Reconozco una dificultad añadida el hecho de leer con ojos críticos la obra poética de una amiga. Chelo de la Torre se ha pasado esto años amasando este primer libro de poemas que ni nunca se había propuesto. La profesora de Matemáticas se apartó del encerado y dejó de respirar polvo de tiza. Había dedicado toda su vida profesional a enseñar a calcular perímetros, áreas, ecuaciones, logaritmos y derivadas, pero ya jubilada seguía con ganas de nutrir sus propias neuronas haciéndolas trabajar en un campo desconocido. Y como el mayor que aprende a cultivar hortalizas en un campo social, se ha dado a tallar palabras, pulimentarlas y encararlas en una estructura poética.

Ángulos ha titulado a este primer poemario nacido mayormente en las esquinas de la vigilia o en el sobresalto de una urgencia. Hay mucho de personal, de intimismo, de lágrima seca de mujer, de madre cuyos hijos siguen anidando en su corazón, a pesar de las largas horas de vuelo fuera del nido. Un libro redondo, cuyos múltiples sesgos y biseles han logrado casi una esfera perfecta. Un libro que bien podría ser ese círculo, al que se accede desde los infinitos ángulos de la periferia perimetral hacia el corazón que más veces padece que goza. En todo él, una magia de la proporción y cadencia que podría venir de esa relación mágica de π con la circunferencia, esa en la que ella ha envuelto el pasado remoto con el presente y hasta con los miedos a futuro, con  la música y el clamor que todo lo ordena y armoniza.

Chelo de la Torre ha construido sus poliedros líricos con los mimbres de esa misma geometría y aritmética que durante tantos años ha utilizado para dar una sólida formación técnica a los estudiantes de segundo grado, ahora que sus días son “un círculo centrado en la rutina” y con la sencillez de la línea recta, a lo sumo quebrada, pero nunca helicoidales de artificio barroco. Precisamente en la sencillez de su sintaxis y en lo acertado de sus ricas metáforas reside el mayor de los alicientes. La voz poética habla como la profesora de matemáticas que fue, sin engolar la voz, sino usando la distancia más corta entre los dos extremos de un segmento: “La lluvia quiere borrar la casa donde me hice niña”.

En su poesía, un recorrido por la memoria refrescando la infancia y juventud, aunque también se proyecta al futuro: “recuerdo la vida que pudimos tener juntos”. A esta fiesta de la escritura ha convocado a todas aquellas personas y elementos que conformaron su vida y sus recuerdos, sobrevolando por encima de todo el presente en esos sobresaltos de un dormir intranquilo y accidentado por amor: “A un lado van las dudas, / las dudas de casi todo”. O mucho más claramente cuando afirma: “otra vez su mirada en blanco rompe la noche…  se despiertan las termitas que roen mi útero en silencio”.

Enhorabuena, querida amiga. Es cierto que la Red está cuajada de voces que se autodenominan poeta en lugar de obreros del ripio; pero no es tu caso. Este primer libro deja la puerta abierta a seguir creando, a elaborar sin prisas ni pausas, y a sacar de ti el manantial lírico por el que apuesto y espero.

7 de abril de 2017

EXPERIENCIAS MÍSTICAS DE UNA MONJA DEL SIGLO XVIII

              Escritos de las Sierva de Dios Sor María del Socorro                                   Astorga Liceras (1769-1814)


En un “cajoncito” de madera han permanecido durante doscientos años los escritos de una monja del Convento de las Mínimas de Archidona. Unos papeles que han resistido diversos avatares, desde la invasión francesa que sufrió el pueblo en el siglo XIX, la Desamortización de Mendizábal, la quema de archivos durante la Guerra Civil, la casi ruina del convento en la década de los años cuarenta, y el más terrible de todos, el olvido.

                                Detalle de los escritos y el "cajoncito"
Los escritos de  Sor María del Socorro Astorga Liceras, (1769-1814), a la que  "su director espiritual, la obligó a que dejara por escrito toda su vida espiritual, incluso antes de ser religiosa, como una vez siendo monja profesa", donde le ordenó que contara "todo, aunque fueran minucias sin importancia". Unos escritos que quizá siguiendo el ejemplo de Sta. Teresa de Jesús o de otras tantas religiosas de la época, tenía la misión de dejar su impronta para las religiosas de su orden.
 Un testimonio que en el contexto de hoy día, nos puede resultar incomprensible, pero si se tiene en cuenta que durante los siglos XVIII y XIX  las únicas salidas "decentes o airosas" para la mujer eran el matrimonio o el convento; y las lecturas a las que podían acceder eran mayormente textos de vidas de Santos, la podremos entender mucho mejor. Además de que su vida se fracturó cuando quedó huérfana de madre a los tres años y su padre,  alarife de la Plaza Ochavada, contrajera nuevas nupcias. 


El otoño de 2015 visitamos Archidona para presentar Maneras de desandar el tiempo, una  antología de relatos de nuestro grupo de escritura Punto y Seguido. Después de la presentación  fuimos a tomar unas tapas en un bar ubicado en la Plaza Ochavada, y  entre caña y tapa, hablamos de libros y esto derivó al tema de las mujeres escritoras. Fue entonces cuando Sole, la bibliotecaria, me contó que el día 8 de diciembre presentarían un libro sobre unos escritos  que habían encontrado en un cajoncito en el Convento de las Monjas Mínimas, tras la muerte de otra monja. Como he apuntado anteriormente la historia de cómo se han llegado a publicar estos escritos después de dos siglos me pareció digna de ser compartida.
 El día 23 de marzo de 2013, un acontecimiento que parece de lo más natural, el fallecimiento de Sor Ángeles Rodríguez Utrilla, a la edad de 96 años, encadenó varias casualidades. En el Archivo Histórico Municipal de Archidona, se encontraban investigando sobre el legajo del alarife archidonés Fco. de Astorga, padre de la Sierva de Dios y se empezó a hablar del tema con el Rvdo. D. Marcos, que ofició el funeral de la anciana.  Al día siguiente, (las personas citadas con nombres y apellidos en la introducción del libro, de dónde estoy copiando estos datos casi de forma literal), hablaron sobre la citada monja, sobre su vida y obra, de como la la comunidad nunca había leído totalmente los escritos espirituales de Sor María del Socorro, porque la letra del principios del siglo XIX, les suponía gran dificultad.
Se había gestado la idea de conmemorar el doscientos aniversario de su muerte, y en las reuniones previas, en un locutorio del convento de Archidona, descubrieron algunas de las "casualidades" que conectaban la muerte de la anciana monja Sor Ángeles con la de Sor María del Socorro (autora de los escritos). Averiguaron que Sor Ángeles fue una de las cuatro religiosas que permaneció en el convento cuando estaba prácticamente arruinado durante los años cuarenta y que se había encargado de dar a conocer la espiritualidad de Sor María del Socorro a la comunidad, especialmente entre las novicias. 

En los días siguientes comenzaron los trabajos, fotografiaron los escritos de Sor María del Socorro, siempre en uno de los locutorios, pues nunca salieron del convento. Durante este proceso descubrieron que junto a los manuscritos originales, que están conservados en un "cajoncito" de madera, además existía una copia literal realizada en el siglo XIX, encuadernada en un grueso legajo. Los documentos originales están escritos en papel tamaño folio, sueltos, numerados a lápiz con una letra distinta y doblado por la mitad, quedando en tamaño cuartilla.
Una vez digitalizada toda la documentación, comenzó el proceso de transcripción, que les llevaría un tiempo. Tras ello, comenzaron una primera fase de corrección ortográfica y gramatical, pero sin modificar en ningún momento el contenido del texto original,  al que solo se le han colocado tildes, puntos, comas, etc. puesto que carecía totalmente de ellos. Un trabajo que ha durado dos años y al leer el libro se nota la dedicación, el cuidado y el gran cariño que en él se han invertido.
Hay que destacar que la crónica general del convento de Archidona se perdió durante la Guerra Civil. Aun así se tienen datos de que no fue la primera vez que se intentó publicar, ya entre 1828 y 1829 se recogieron y cotejaron dichos escritos. Un siglo después en 1935 el mínimo Padre José Anguera, redescubrió estos escritos y propuso su publicación, pero desapareció como tantos otros eclesiásticos en octubre de 1936 y por ello los escritos de Sor María del Socorro, siguieron  guardados en su "cajoncito" del archivo de las mínimas.

Y es así como ha sido posible que estos escritos hayan tomado forma de libro y podamos leerlos en un precioso volumen, y como muestra este pequeño fragmento del principio:
" A los cuatro años de edad, celebró mi padre segundas nupcias; Dios me dio otra segunda madre, tan buena para mí ciertamente, el Señor me hizo un gran beneficio, pues me quitó las muchas gachas que me daban mi padre y mis tías. Empezó con entereza a hacerme dura, por lo que me quedé tan acobardada que parecía tonta; por tal me tenían, y así me nombraban todos menos mi padre, que siempre me defendía y no quería que me dieran ese título, que será una honra para mí hasta el fin de mi vida, y le tengo amor, porque me ha ahorrado tener vanidad, y no me ha estorbado para conocer a mi Dios."

Me llamó la atención como cuenta la relación con su madrastra, imagino que en el contexto de la época ese "me quitó las muchas gachas" era respetuoso, y así poco apoco nos va desgranando  una crónica de su vida terrenal y espiritual, desmenuzada a lo largo de 638 páginas y dónde se puede escuchar la tenue voz de esta mujer devota y mística. En las fotos que acompañan esta edición podemos observar su limpia caligrafía, el oratorio, el claustro, la tribuna con celosía desde dónde asistían las enfermas a las celebraciones litúrgicas, incluso una pintura al óleo de la monja y muchas más curiosidades que adornan este precioso libro.
 Los originales pueden ser una fuente de estudio para los estudiosos de la espiritualidad y mística mínima, así como en la historia de la lengua de la España de comienzos del XIX.