No tanto por ser original, sino por la fascinación que me hizo estudiar la obra dramática de este autor tan genial y genuino de la Generación del 98. Imagino que la mayoría de las aportaciones que se irán sucediendo en este blog tendrán más que ver con la narrativa o la poesía que con el teatro, género al que con la simple lectura le está faltando los grandes alicientes y complementos de la puesta en escena y la originalidad irrepetible en cada representación. Pero se trata sin dudas de una obra fundamental para entender el rompimiento brusco del género y la personalidad creadora de su autor, Don Ramón María del Valle Inclán.
En Valle todo es una impostura. Su verdadero nombre es Ramón José Simón Valle Peña, pero Don Ramón María del Valle Inclán suena más eufónico. Cuando empieza a escribir hace varios tanteos de nombres, ya que desde el inicio hace una imbricación completa entre autor y personaje.
Nació en Villanueva de Arosa, Pontevedra, el 28 de octubre de 1866, pero no donde él afirmó haber nacido: Puebla de Cramiñal, ya que parece que Puebla tenía más prestigio nobiliario. También porque en Puebla se habían asentado algunos linajes anteriores a él. Lo cierto es que no se limitó a inventar su lugar de nacimiento, sino que como gran fabulador dijo haber nacido entre Puebla y Villanueva, y que lo había hecho una noche de tormenta en una barca. Sus antepasados eran nobles venidos a menos, tanto por parte paterna como materna. Estos rasgos inventivos reflejan otra característica de supertonalidad: la voluntad de trazar su propia imagen literaria, su propia máscara y aparece en la escena pública como un personaje. De él diría Gómez de la Serna: era la mejor máscara en pie que cruzaba la calle de Alcalá.
Otra nota fundamental es su histrionismo: tenía la presunción, aun siendo pobre, de esteta. No hablaba con cualquiera; está en medio de toda la degradación del momento, pero él se mantiene enhiesto. Detrás de esta figura extraña, no es de olvidar su dandismo, así como el gusto por autodefinirse con nombres y motes. Le gustaban los lemas y se puso sus propios lemas al frente de sus obras: El que más vale no vale tanto como vale Valle; también este otro: Mi sangre se derramó / por la caza que cazó. Otra nota peculiar era su mitomanía, pero era un mitómano de sí mismo.
Su dimensión histriónica le llevaba a representar su propio espectáculo y fabulación. Un episodio trascendente fue el de la pérdida de su brazo izquierdo, el cual ocurrió en una pelea de café con el periodista Manuel Bueno; en el calor de la discusión, éste le dio un bastonazo a Valle y se le incrustó el gemelo en la carne; como era una herida sin importancia, no le hizo caso, pero poco después se gangrenó y le tuvieron que amputar el brazo. Cuando le preguntaron que cómo perdió el brazo, contestó: “Estaba cazando en África, y un error en el disparo hizo que el león me siguiera; entonces cogí mi machete, me corté el brazo, se lo eché al león y éste se paró a comer; de esta forma pude regresar al barco.”
Existe una cierta correlación íntima entre su vida y Luces de Bohemia. El espacio escénico de la obra es ese mismo Madrid que él pasea, con una topografía y toponimia específicamente madrileña. Dentro de este espacio de Madrid, hay otras de menos rangos: librerías, cafés, churrerías, comisarías, etc. Lleva a la escena sucesos históricos vividos y otros cercanos a Valle, como el atentado de Mateo Morral contra el rey Alfonso XIII y su esposa en la calle Mayor de Madrid. Valle no la vivió, pero conoció la Semana Trágica de Barcelona y su represión, y buena parte de esta está en la escena sexta. En Luces participan personajes reales que eran amigos o conocidos, a los que Valle traspone al plano dramático. Algunos con nombre y apellidos como Alejandro Sawa; otros sin nombre pero reconocibles. Max Estrella es el correlato de Sawa, y también hay otra cara de Sawa en Latino de Híspalis. Aparece Rubén Darío con nombre y apellido, periodistas, políticos (Maura), obreros… Finalmente, algunos personajes ficticios que pertenecen a otras obras de Valle, como el Marqués de Bradomín (Sonatas).
Luces hay que entenderlo como la exposición de una sátira autobiográfica del autor, ligado al mundo de la bohemia. También de una sustancia literaria que a veces se nutre de obras ajenas y de otras obras del propio Valle. Está llena de referencias literarias, lo que hoy llamamos intertextualidad. Es una obra, por tanto, para un público ilustrado. Las acotaciones ni son descripciones ni narraciones, son algo más; ojos en movimiento que recorren el conjunto: fondo, gesto, aspecto, movimiento…
Hay vistas de cerca y planos generales, a imitación de lo que ha visto en el cine mudo que ya conoce. Hay panorámicas que de forma interesada recoge ingeniando la escena que le interesa subrayar, montajes calidoscópicos, esguinces o planos cambiantes. El espectador está contemplando una situación o una escena y le hace de pronto un cambio brusco que le obliga a adoptar una nueva postura visual. Algo así como lo que sucede con el conceptismo de Quevedo que significa un reto a la inteligencia del lector. Forzados por el autor al mirar, nos remite a una especie de ilusión o de fantasía del autor. Es un teatro que supone un reto muy grande y bien difícil para el director de escena.
Las dos primeras palabras de la obra son una referencia temporal: “Hora crepuscular.” Permite mirar toda la estructura de la obra siguiendo una estructura temporal y circular. Max vuelve al lugar de donde había salido. Las referencias temporales van acompañando todo el deambular de Max: tarde, noche, madrugada y amanecer. Las acotaciones marcan el ritmo temporal, las cuales señalan un desplazamiento físico y sicológico del protagonista. Un viaje también interior y no sólo externo. En cierta manera, Luces es también un libro de viaje urbano, viaje nocturno. Los protagonistas nunca están quietos, como los filósofos clásicos que filosofaban mientras caminaban.
La crítica ha relacionado el viaje con un vía crucis profano. Para algunos, hay una conexión entre Jesucristo y Max en el vía crucis de él hasta la muerte. Max se despide de la vida en la cena con Rubén Darío. También en relación con la Divina comedia de Dante en el camino al infierno. Dice Max: “Latino, sácame de este círculo infernal”, un círculo dantesco. También se ha relacionado con la Odisea. Ulises quiere volver a Ítaca y Max también encuentra en el regreso y en la muerte el final de su viaje.
La ilación de los episodios no se corresponde con los actos, sino con las escenas. Aunque la obra tiene un sentido, también cada escena lo tiene como si fueran cuadros costumbristas sucesivos. Hay críticos que han visto alguna simetría arquitectónica, cuyo punto central sería la detención de Max. Otros hablan de una estructura concéntrica o circular.
"Los héroes clásicos han ido a pasearse en el Callejón del Gato"...
ResponderEliminarQué divertido es verse deformado, como esperpentos, en los espejos de este original pasaje madrileño!!
Gran reseña para una gran clásico, Francisco!
Con la amplia disertación de Francisco sobre Valle Inclán y Luces de Bohemia, una de sus más famosas obras, no queda nada original por decir.
ResponderEliminarEn su tiempo, esta obra de Valle Inclán (la ví representada en un teatro de Madrid, hace más de treinta años) fue muy moderna e innovadora. La creación del "esperpento", esa forma caricaturesca y distorsionada, de ver la realidad, le permitía hacer una profunda y sería crítica de la realidad social de su tiempo y de otras épocas de la historía, ridiculizando, agrandando o empequeñeciendo a significados personajes de la vida real o de la literatura. Hay también en ellos mucho de su propia vida del autor.
Luces de Bohemia es una obra estupenda que se ha ganado un sitio merecido entre la literatura clásica.
Un abrazo, Francisco.
¿Sabes? Antes no leía literatura contemporánea, nada. Pero luego comencé a hacerlo y me gustaron varios autores, sin embargo ahora, cada tanto, voy a buscar ese refugio de los grandes maestros.
ResponderEliminarMe gustó esta entrada, me hizo reflexionar.
Un saludo.
HD
Completísima entrada. Impecable.
ResponderEliminarUn saludo.
En mi época de estudiante, obligada por el profesor de literatura, leí las Sonatas de primavera y de otoño , de ellas sólo recuerdo que la de otoño, en aquella época y con esa edad (1 4años) me pareció un poco erótica.
ResponderEliminarAhora, motivada por ti, he empezado a leer Luces de Bohemia y ya te contaré.
Un abrazo
Te prometo, Chelo, que te va a entusiasmar. Un abrazo.
ResponderEliminarPor fin terminé de leer el libro, como comentas me ha entusiasmado, y he vuelto a leer tu publicación.
ResponderEliminarHabía leído teatro alguna que otra vez y no me disgusta hacerlo aunque la visión de la obra no es completa. Es verdad que al irla leyendo me hacía preguntarme en algunos momentos ¿y esto como sería en escena? Porque, como tú bien dices, no me parecía nada fácil la representación.
Nuca se me hubiese ocurrido relacionar el periplo de Max con el vía crucis de Jesucristo.
Me parece que entre lo que dice Francisco y lo que añada Chela poco más se puede decir además cuando solo ha sido leída.
Aunque es teatro se lee muy bien, es muy fácil de seguir con un lenguaje claro y ágil. Lo que dice Francisco, de que es una obra para un público ilustrado, me parece que se debe tomar en el sentido de que al tener cierta formación puedes captar con más facilidad el trasfondo de los personajes y la conexión que tiene con otros libros.
Un abrazo y esperamos la próxima publicación Don Francisco.