18 de septiembre de 2012

El amor es una droga dura.




También podría haberse titulado El síndrome de Stendhal, pues cuando abrimos el libro, nos encontramos en la primera página dos citas muy importantes que dan pie a la historia.

La primera, de Platón, una simple frase que en un principio no me dijo nada, pero que es básicamente la esencia de la novela.

El amor es quien ama, no lo amado.

La segunda pertenece a la doctora italiana Graziella Magherini:

Muchos de nuestros pacientes son personas afectadas por la belleza, pero gran parte de ellos “salvajemente” retirados de ella, refugiados en la enfermedad, por la imposibilidad de tolerar la relación apasionada con el objeto estético, que fascina con sus cualidades formales, pero que produce dolor por los enigmas que genera y por los dilemas que plantea.


Basílica de la Santa Croce, Florencia (Italia).

La primera vez que oí hablar sobre el Síndrome de Stendhal, fue el año pasado, en la asignatura de Teoría del Arte, pero nuestra profesora, afectada por la relación entre la cantidad de materia y el escaso tiempo, simplemente nombró esta historia, transformada en “enfermedad”, que le ocurrió a Stendhal en el año 1817 cuando visitó la Basílica de la Santa Cruz de Florencia.

Algo es algo. Después de esta novela, he comprendido que yo también he sufrido infinidad de veces este síndrome, a todas las edades, pero sin poder definirlo, solo sintiéndolo.

En la novela, un psicólogo amigo del protagonista lo describe así:

El síndrome de Stendhal o “La enfermedad de los museos”. Son los trastornos psicosomáticos que sufren ciertos individuos ante la contemplación de la belleza.

Yo nunca he llegado a desmayarme, pero sí a sentir tal éxtasis ante el objeto que se admira, que me hacía rechazar automáticamente todo lo demás.


El baño turco, Ingres, 1862.

El primer día de clases en la Universidad, el profesor de Arte medieval cristiano nos dijo: “para estar aquí, para haber elegido esta carrera tenéis que tener todos una cosa muy importante, el goce estético”.

Enseguida comprendí que yo lo poseía, y más tarde descubrí a Stendhal, y a otros muchos más teóricos que, fascinados por el Arte se dedicaron a estudiarlo.

Por eso adoro leer novelas repletas de nombres de artistas y de mitos y de historia.

Sin embargo al leer la sinopsis de esta, no deja muy claro que se hable tanto de arte, sino más bien de fotografía.


El naufragio del Esperanza, Caspar David Friedrich, 1824.

El protagonista, un prestigioso fotógrafo de cincuenta años, sufre un exceso de alcohol, drogas y sexo, por lo que decide retirarse del mundo que lo ha llevado hasta ahí, para rehabilitarse.

Pero su tranquilidad va a durar poco, pues la bellísima Nora entra en su vida, en su corazón y en su alma, y él la va a amar desde el primer momento; aunque no la soporte cuando abre la boca, pues cree que hay varias Noras y que ella interpreta, a su vez distintos papeles.

Pero cae rendido, extenuado ante su extrema belleza, sus elegantes vestidos negros, su exquisita forma al caminar, su sensual voz, su experiencia con hombres y mujeres, su delicada inocencia..., tanto que la califica de muñeca rota a la que debo amar y proteger.


Atardecer, René Magritte.

Javier (nuestro protagonista) decidió ser fotógrafo desde muy joven pues, aunque él no lo supiera también había sufrido desde siempre el Síndrome de Stendhal: desde su amor a los seis años por una niñita rubia de cabellos larguísimos, o su extraña fijación por la fuente eléctrica de una juguetería, hasta la complicidad y devoción que llegó a sentir con una salvaje y elegante gata negra que asaltaba el gallinero de su abuelo.

A lo largo de la novela, Javier expresa su amor por obras de arte muy diferentes, por eso, para mi sorpresa, nombra más artistas pictóricos que fotógrafos.

De pequeño admiraba en secreto una lámina en blanco y negro de El baño turco de Ingres; pero su primera experiencia con este síndrome la vivió en el museo de Charlottenburg (Berlín) contemplando el negro naufragio de Friedrich, fascinado por los abismos.

Sin embargo, confiesa que desde siempre, ha tomado fotografías sin tener una cámara, es decir, con su mente.


La bella Rafaela, Tamara de Lempicka, 1927.

Las fotografías mentales son las mejores, nada ni nadie puede destruirlas, quedan siempre ahí, en la retina. El ojo funciona como una cámara que el cerebro almacena, en un archivo secreto y personal, que puedes consultar sin que nadie lo sepa y siempre que quieras.

Sería fotógrafo, para luchar contra el carácter efímero de la belleza.

Fotografiar era robarle un segundo a la voracidad del tiempo, y el tiempo era la muerte.

Su desafío mayor era atrapar, analizar, descubrir la belleza. Poseerla, para dominarla, y de ese modo, desentrañarla.

La cámara era un ojo suplementario que luchaba por atrapar la fugacidad del instante.

Para desentrañar la causa del deseo tenía que fotografiar al deseante, no al deseado.


Estos pasajes podemos leerlos más adelante, cuando su amor por Nora no lo deja pensar en otra cosa:

La diferencia entre desear a una mujer y amarla es que, cuando se la ama, la conversación es tan erótica como tocarla, como besarla, como acariciarla, como estar con ella. La conversación sostiene el deseo.


El mar, Antonio López.

En una conversación con su amigo psicólogo:

- Cuando los discípulos le preguntaron a Freud qué era el amor, querido mío -recordó Francisco-, contestó: Preguntadle a los poetas. O a los fotógrafos. O a los novelistas. A cualquiera que sea capaz de elaborar una metáfora... Sin embargo -agregó-, cierta vez se animó a definirlo: dijo que el amor era la sobreestimación del objeto en el que se había fijado la libido.

- No encuentro ninguna razón aparentemente objetiva para explicar por qué estoy seducido por Nora, excepto que su belleza me conmueve, me emociona, me hace delirar, me provoca erecciones múltiples, me estimula, me deprime, me subleva, me obnubila, me atosiga, me ahoga, me asfixia, me hace aflorar recuerdos que creía olvidados y me convierte en un conversador silencioso o en un vociferante.

Cuando al fin consiguió fotografiar a Nora, por supuesto guardó algunas copias, para poder admirarla (como hacía Lacan con El origen del mundo de Courbet), y la comparó con el anguloso Desnudo de Tamara de Lempicka: ...comprendió que la contemplación más intensa -y los placeres mayores- eran de índole solitaria.

¿Era necesario conocer, para amar, o amar era la única forma, inconsciente, de conocer?

Las vestales eran vírgenes, y Nora no lo era, pero de alguna manera, recuperaba su virginidad en algunos momentos, para perderla, después, brutalmente.



El origen del mundo, Courbet, 1866.


Me he sentido extraorinariamente identificada con Javier, por eso me ha gustado tanto la novela y por eso la recomiendo, a todo aquel que disfrute mirando un cuadro, un paisaje o a otra persona, tanto que a veces haya tenido que observarlo con mucha intensidad y, a continuación cerrar los ojos muy fuerte y grabar la imagen en su cabeza, para poder mirarlo a solas cada vez que quiera.

11 comentarios:

  1. Me he sentido muy identificada con esta reseña, porque yo también sufro de vez en cuando Síndrome de Stendhal, me encanta el arte y las frases que has puesto me han parecido sumamente evocadoras. Pasa a mi lista de pendientes ahora mismo; gracias por presentarme este libro! 1beso!

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  2. Muchos sufrimos a menudo el Síndrome de Stendhal sin saberlo.
    Me alegro mucho de que te hayas sentido identificada, y de que tengas ganas de leerlo, esa era mi intención.
    Gracias por comentar.
    Un saludo.

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  3. De cabeza a la lista de pendientes =)

    Besotes

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    1. Me alegro mucho de que pase a tu lista de pendientes.
      Gracias por comentar y un saludo.

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  4. Hola.

    Hace ya tiempo que lo leí.
    Y me gustó bastante. Incluso hice de esta novela una reseña en un pequeño espacio radiofónico que me permitían en Canal Sur Radio, en el programa Zona Libre.
    Todas las semanas comentaba una o dos obras que había leído y que me habían gustado.

    Pero tú, como siempre, nos brindas unas nuevas perspectivas y nos haces ver los títulos que reseñas desde otra óptica distinta.

    Enhorabuena. Un beso.

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  5. "Desde otra óptica distinta", nunca mejor dicho.
    Lo cierto es que intento enfocar las reseñas desde el ángulo artístico, ya que me encanta el arte y puedo hablar de él con más confianza que de otros temas.
    Además, intento leer novelas que incluyan alguna enseñanza artística o que, al menos nombren algún autor desconocido para mí.
    Como ya dije, Amélie Nothomb lo hace mucho, pero estoy intentando leer a escritores diferentes, y está dando buen resultado.
    Gracias por tus palabras.
    Un saludo.

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  6. Magnífica reseña Paloma. De quitarse el sombrero. La he saboreado hasta la última letra y me embriagado con sus imágenes. También a mí me paraliza la belleza. Admiro el arte pictórico, arquitectónico, escultórico, literario...admiro la belleza natural de un árbol sea frondoso o esté seco, incluso en su sequedad, encuentro algo bello...Por eso disfruté tanto de Florencia, por éso me encanta trasladarme a ciudades con gran cultura mediaval, renacentista, musulmana, todo arte es cultura y toda cultura es arte.

    Y tu reseña es es un arte que has recreado con tu amor por lo bello.

    Compraré el libro, solo por lo que tú me has transmitido en este post. Y lo comparto en la red.

    un abrazo

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  7. Me alegro muchísimo de haber conseguido ese efecto contigo.
    Y sí, uno puede experimentar el Síndrome de Stendhal con lo que sea, arte, música, naturaleza, en las personas y en los más mínimos detalles, y lo mejor de esta "enfermedad" es que es totalmente subjetiva y propia.
    Pero a pesar de que sea un trastorno, a mi me encanta sufrir este síndrome, creo que me hace amar los pequeños detalles, retenerlos en la memoria, y eso es bueno ¿no?
    Estoy encantada de haber podido transmitir todo mi amor.
    Ya que te encanta el arte como a mí, acabo de inaugurar un blog en el que cada semana hablo sobre alguna obra de arte, si te interesa, ya sabes:
    http://delir-arte.blogspot.com.es/
    Si te decides a leer el libro, ya me dirás.
    Muchas gracias por tus palabras, me hacen ver que soy capaz de transmitir.
    Un saludo.

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  8. Una reseña magnífica. No conocía el título que nos traes pero parece una opción muy a tener en cuenta.
    Me ha encantado, a la lista de la compra semanal
    Besos

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    1. Me alegro de que así sea.
      Espero que todo el que se aventure a leerlo, piense igual que yo.
      Gracias por comentar, un saludo.

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  9. Hola Paloma
    La verdad que el título de la novela es potente y debería ser suficiente para leerla, pero consigues crear intriga con tus extractos y frases del libro. Lo buscaré también. Saludos.

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