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9 de diciembre de 2013

Señora de rojo sobre fondo gris. Miguel Delibes.


Señora de rojo sobre fondo gris.
Miguel Delibes

Hay títulos que me atraen de un vistazo, igual que sucede con las portadas cuando te acercas a una librería. Este libro se encontraba intacto, sin abrir,  en mi colección de Narrativa Actual, editada por RBA hace unos diez años, y aún hoy me pregunto cómo fue posible que no lo leyera. Es un libro de 112 páginas, una novela corta, en la que Miguel Delibes, a quien me da muchísimo respeto reseñar, escribe el  monólogo de un hombre que se dirige a su hija para contarnos las vivencias junto a su esposa, una mujer vital, de sonrisa amplia, que busca lo positivo de la vida incluso cuando los acontecimientos políticos de España en 1975 convulsionan a su familia o cuando la enfermedad la golpea duramente antes de morir. 

El libro se lee en una tarde de domingo lluviosa, y se relee con gusto durante toda la semana posterior, reparando en esa forma de contar que te coge de la mano y no te suelta en tu caminar hasta que una lágrima resbala en la última página cuando, en mi caso, llego a la conclusión de que la muerte efectivamente es inevitable para todos los seres humanos,  y aunque nadie se merece un traje andrajoso en los preludios del fin de su existencia, hay personas que tienen la "suerte" de marcharse cuando todavía brillan, cuando todavía pueden pasear su esplendor por nuestras vidas. 

El marido, narrador en primera persona, es pintor y atraviesa una crisis artística llegando a creer que su mujer es el motor de su inspiración. Se declara "fatalista de vocación" y contrasta con el espíritu optimista de su esposa de cuarenta y ocho años de edad. Hay una historia de amor y devoción hacia ella que subyace en todo el monólogo y materializa la semblanza de su mujer como personaje principal de la narración. "Señora de rojo sobre fondo gris" es un cuadro que curiosamente él no ha pintado, un retrato de su esposa que ejecuta García Elvira, otro pintor, la excusa perfecta para escribir esa página de celos que da pie a explicar el magnetismo que producía Ana en todas sus relaciones sociales. 

Profundizando en Miguel Delibes, y tras escribir esta reseña, encuentro algo que desconocía y quiero compartir. Este libro es el homenaje que el propio autor escribe a su mujer, fallecida a los cincuenta años. Mi libro no tiene la fotografía del cuadro de  Angeles de Castro que pintó Eduardo García Benito antes de su  muerte, y que da título a la obra. Cuando Miguel Delibes ingresó en la RAE, pocos meses después del fallecimiento de Angeles, pronunció estas palabras en su discurso: "Soy consciente de que con su desaparición ha muerto la mejor mitad de mí mismo”.  El libro recoge además, una frase que el académico Marías dedicó a Angeles de Castro y que Miguel Delibes agradeció diciendo que no puede decirse algo más hermoso de una persona: “Una mujer que, con su sola presencia, aligeraba la pesadumbre de vivir”. 

Con este título son cuatro las reseñas de este autor que se suman a este blog: "La sonrisa etrusca", "El camino" y "La hoja roja" (todas ellas escritas delicadamente por Zamarat) y que se inician con la selección de un párrafo de los libros. Termino mi reseña con este texto extraído de mi lectura y que me gustó por la forma de dibujar una escena que tantas veces puede repetirse en nuestras vidas, haciéndonos perder esas mitades a las que tanto amamos:

"Su atractivo era tan irresistible que, en el funeral, la gente lloraba. La iglesia estaba atestada, en silencio, un silencio que únicamente rompía los sollozos.Yo recuerdo aquel día como vivido dentro de otra piel, desdoblado. Tras una semana de tensión intuía una realidad dramática, pero todavía no la sentía."

Laura Garrido Barrera

21 de abril de 2013

LA HOJA ROJA, Miguel Delibes

"De joven soñó con la jubilación y ahora, de jubilado,soñaba con la juventud. El tiempo le sobraba de todas partes como unas ropas demasiado holgadas".
Un libro triste, decadente, como Eloy, el protagonista de 70 años que acaba de jubilarse. De hecho, la historia comienza con la ceremonia de despedida del Ayuntamiento, donde trabajaba. A partir de ahí, Eloy Muñoz irá decayendo poco a poco, inmerso en la rutina, las conversaciones recurrentes y el peso de los recuerdos. Por eso el narrador hace que el anciano repita las mismas frases, para que la atmósfera resulte más tediosa.
Pero, sobre todo, lo que le asusta es saberse en la "antesala de la muerte", que es lo que es para él la jubilación. Según él, le "ha salido la hoja roja en el librillo de papel de fumar", lo que significa que los papeles están a punto de acabarse y de ahí el título de esta novela de Delibes.
Le acompañan, en sus rutinas, su amigo de siempre, Isaías, con el que acostumbra a pasear: "Uno y otro caminaban despacito, como con desgana y la conversación fluía asimismo despacito, como con desgana. Su relación estaba hecha de silencios y acuerdos tácitos." Y la Desi, la criada, que se convierte en la otra protagonista y que nos trae el mundo del pueblo, con sus motes y anécdotas que nos recuerdan a El camino. Tanto la Desi como don Eloy se enfrentan a la soledad y es eso precisamente lo que los une.
En definitiva, un libro que hace reflexionar sobre el final de la vida. 

22 de enero de 2013

El camino, Miguel Delibes

"Las cosas podían haber acaecido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así. Daniel, el Mochuelo, desde el fondo de sus once años, lamentaba el curso de los acontecimientos, aunque lo acatara como una realidad inevitable y fatal. Después de todo, que su padre aspirara a hacer de él algo más que un quesero era un hecho que honraba a su padre. Pero por lo que a él afectaba...
Su padre entendía que esto era progresar; Daniel, el Mochuelo, no lo sabía exactamente".
Si hay un libro que quien ha leído no olvida fácilmente ese es, sin duda, esta obra que publicó Miguel Delibes en 1950. Ha pasado mucho tiempo desde entonces, y sin embargo, salvando las distancias, se puede decir que no ha envejecido mal. Tal vez sea porque el retrato que hace el autor sobre la infancia resulta tan realista que todos nos sentimos identificados en algún momento con los protagonistas del libro; tal vez sea porque en realidad añoramos ese universo de libertad que destilan los pueblos para los niños; tal vez sea, simplemente, el estilo de Delibes, tan característico y especial.
"El camino" está ambientado en una población rural y Daniel, apodado "el Mochuelo" y el protagonista, se enfrenta al cambio más importante en su vida: su padre le envíará a estudiar el Bachillerato a la ciudad. Por ello, abandonará la vida que ha conocido hasta entonces en su pueblo con sus amigos Roque, el Moñigo y Germán, el Tiñoso. La última noche que pasa en el pueblo, antes de su partida, Daniel recordará lo que ha sido su vida allí, incluyendo las anécdotas de los habitantes, siempre acompañados por sus motes: las Guindillas, Mariuca-uca, las Lepóridas... 
Se trata de una novela que combina a la perfección el humor, la ternura y el drama, pero sobre todo es la novela de la nostalgia por una infancia perdida. Tanto su tema como su ritmo, marcado principalmente por la musicalidad que le da la repetición de los apodos de los personajes, hace que sea una obra de inolvidable lectura que todos deberíamos disfrutar. 

2 de noviembre de 2012

Cinco horas con Mario, Miguel Delibes




Cinco horas con Mario, Miguel Delibes


Contaba Miguel Delibes que empezó a escribir su novela con Mario como protagonista principal y un narrador en tercera persona.  Cuando llevaba un montón de páginas se dio cuenta que no funcionaba esa voz, tampoco podía escribirla en primera persona por el tipo de personaje que la censura rechazaría en aquellos años, entonces pensó hacer un experimento narrativo. Utilizaría la voz de Carmen Sotillo, en un monólogo dialogado con su difunto marido, al que le lanza preguntas sin respuesta posible, mientras relata episodios de su vida en común dejando ver su enorme frustración como mujer durante los veintitrés años de su matrimonio.

Según palabras del propio autor sobre el libro
“En la historia de Menchu y Mario hay sucesivos enriquecimientos, pero escasos progresos. Es una historia varada; no anda. Yo podía haberla dejando en la mitad o haber seguido hasta el infinito”

 En la introducción de Antonio Vilanova cuenta, que Delibes llevó a cabo una proeza narrativa al dar vida simultáneamente a los dos personajes de la novela a través del monólogo.  Por un lado está Mario, a quien la viuda se dirige como si viviese todavía, en  un íntimo soliloquio por medio del cual habla mentalmente con un interlocutor pese a que ya no puede responderle. Por otra a Carmen, dolorida y patética imagen de una mujer frustrada por el fracaso de su matrimonio, caracterizado por la insatisfacción sexual y la incomunicación sentimental, que no le ha impedido ser madre de cinco hijos. Y víctima al propio tiempo, de la absoluta incompatibilidad de caracteres que la ha distanciado de un marido del que ya no parece estar enamorada, ante el cual muestra un evidente complejo de inferioridad, pero de cuya conducta personal y  humana se siente profundamente avergonzada. Un marido cuyas ideas políticas, impropias de la clase a que pertenece, le parecen totalmente equivocadas y  cuyas preocupaciones éticas de moralidad pública y justicia social no comparte ni comprende.
A través del largo monólogo interior de Carmen,  repetitivo, incoherente y deshilvanado, cuya ininterrumpida enumeración de quejas y agravios revela  la existencia de unas preocupaciones recurrentes y obsesivas. Durante la narración le llama: zascandil, zoquete, adoquín,  haragán, botarate, tonto de capirote, pedazo de alcornoque…
Y es que, a pesar de la intención deliberada del autor, que se ha propuesto hacer de Carmen un personaje francamente odioso y negativo, la verdad  humana que encierra, su arrolladora vitalidad, y su fisonomía inconfundible de personaje típico, perfecto exponente de las ideas y creencias tradicionales, vigentes en un determinado momento histórico dentro de la clase social a que pertenece, la han convertido en uno de los caracteres más logrados y certeros de la novelística española de postguerra. Por sorprendente y extraño que parezca, el secreto de este logro estriba en que el autor, consciente de haber cargado excesivamente la mano al perfilar los rasgos negativos que caracterizan a ese personaje, se ha esforzado al propio tiempo en mostrar las causas que determinan y justifican la mayor parte de sus reacciones negativas, para que podamos comprenderle.
Desde el punto de vista humano, se trata de una mujer buena y honesta, que ha sacrificado su vida entera a sus obligaciones de ama de casa y madre de familia. Una mujer reprimida e insatisfecha en sus aspiraciones económicas y en sus deseos de figurar socialmente, que se ha mantenido siempre fiel a sus deberes de esposa, pese a la apatía sexual que le reprocha con insistencia a su marido y a los frecuentes requerimientos de que ha sido objeto por su llamativa belleza física. Mujer inculta por falta de una instrucción adecuada, que oculta su profunda ignorancia bajo el superficial barniz de distinción de una niña bien y sus buenos modales de señorita.
Carmen Sotillo acapara la atención del lector y convierte su frustración humana y social de casada quejosa e insatisfecha en el tema principal del relato. Apareciendo como la víctima de un matrimonio desigual y equivocado, entre personas pertenecientes a una misma clase social, pero educadas en distintos ambientes y adscritas a ideologías contrapuestas y antagónicas, correspondientes a los dos bandos en pugna durante la guerra civil.

Fragmento capítulo XXIV:

“Y no creo que ande mal de los nervios por eso, cabeza dura, que muchísimas veces pienso que tú estabas bien cuando estabas mal, y mal cuando estabas bien,  aunque parezca un despropósito. Los nervios, los nervios..., Los nervios salen a relucir cuando se está demasiado bien,  eso, cuando uno tiene todo resuelto y vive sin preocupaciones. Entonces salen los nervios y todo lo que tiene que salir, que no sé a santo de qué esa perra…”