en su mayor parte de sentencias y expresiones ajenas.
Embotellé aromas que prometí no borrar,
registré voces, arrullos y cantos
que me enseñaron a fabricar sueños;
algo así como chapotear
el vacío existencial.
Los días que siguieron fueron un gran desconcierto
entre la realidad y la fantasía,
que empieza a emerger con cada sorbo
buscando en medio de la penumbra
ese mundo íntimo que une y entusiasma.
Siempre que repaso mi infancia
todo vuelve a oscurecerse como antes:
el mismo ritual de todos los días
─no podía apartar la vista de aquel retrato─
La puerta se abrió y entró la persona
que hasta entonces solo conocía por referencias,
algo que acaricia la mejilla y no podemos definir;
equivocó la mirada;
en el fondo siente lástima.
Todavía tenía los sentimientos a flor de piel;
el dolor había desaparecido,
pero la vida también me negó esa satisfacción:
doble ración de realidad,
el corazón me dio un vuelco
y de pronto me sumergí
en un torrente de recuerdos.
Era ya la madrugada;
al fin he podido comprender
que lo normal deja de serlo,
que el tiempo ha desvencijado
todos los recuerdos…
Suena el teléfono, lo miro con desgana
y dudo si atender la llamada
hasta el último latido
entonando plegarias de nácar;
nuestras miradas se cruzaron de nuevo
y justo en ese momento
me tocó tu soledad
abrazada al mapa triste y desgarrado
en ese horizonte lejano
lleno de sueños y esperanzas.
El tiempo dictó sentencia:
todo era mentira
pensando volver a la ficción.
Eran… eran… eran,
Voces de madrugada.
En la entrada "Voces de madrugada" podéis lees la reseña que sobre este libro ha hecho Felipe Tajafuerte
En la entrada "Voces de madrugada" podéis lees la reseña que sobre este libro ha hecho Felipe Tajafuerte