Tampoco a sus lectores dejará indiferente
este libro. Algunos tienden a identificar al autor con el narrador, algo que no
es así nunca, salvo en las autobiografías y tampoco al completo, y no lo es en
el caso de estos 14 relatos. La autora presta de su experiencia vital a la narradora,
casi siempre mujer, salvo en un par de ocasiones, y le hace hablar en tono bien
distinto y distante como personaje nacido de la creación; creación que pone sus
cimientos en la vida real con grandes dotes de fantasía. Casi siempre nos
presenta una lucha entre los anhelos y el destino, una subyugación fatídica y
fatalista que acaba con los sueños y los sentimientos de sus protagonistas.
De la calidad de los relatos también hablaron otras voces bien contrastadas y de mayor peso que la mía. El que da nombre genérico al libro, premiado en el concurso de relatos Európides, fue emitido a través de Luzde gas radio blog y oído con deleite por todos o gran parte de sus amigos blogueros con gran deleite; en el, un matrimonio sin nombre, sin diálogo, sin vida en común, nos presenta una aciaga metáfora de la vida de desencuentro entre ambos: ella sueña cada día y él sepulta a diario sus ilusiones. Otros relatos son como luces y sombras, como un fuego muy sensorial que nos lleva de la lucidez a la inconsciencia, del arropo al desvalimiento y tan real y escalofriante como una pesadilla continuada en el tiempo, donde los personajes secundarios son una masa amorfa de máscaras que sólo aportan el paisaje necesario donde desarrollar la historia. Algunos son como una especie de matrioska o cesta de cerezas donde unos personajes van dando cobijo a otros bajo el denominador común de la sensualidad o la sexualidad, en pareja o soledad.
En suma un mundo femenino que no se resiste al papel de comparsa, sino que se reivindica a sí mismo con su propia identidad y se lanza en busca del destino soñado. Para ello hace uso de una prosa sencilla y cercana, sin barroquismos ni grandes elipsis, sino con el narrar llano de unos personajes sencillos que hablan de sus vivencias y sus complejidades. Historias de personajes reales que nada o bien poco tiene que ver con lo autobiográfico, sino con la dedicación atenta y observadora de su autora, persona que no pasa por la vida con la maleta cerrada, sino con los ojos y el oído bien atentos.
El último relato, Entre redes, plantea el enfrentamiento entre lo real y lo virtual tal y como puede suceder en la vida de cualquier bloguero y, desde mi punto de vista, sí que tiene mucho de autobiográfico de su autora; no es que le haya sucedido algo similar, pero sí habla de la imposibilidad de que a Mirentxu (Nerim) le pueda pasar algo parecido, ya que me consta que ella antepone la presencia y la vida a la virtualidad fría y sin compromiso. Mirentxu tiene muy poco de personaje y sí una gran personalidad preocupada por todas y cada una de las actividades culturales que le son posibles, y muy centrada en el relato como su arma de expresión. Es una comunicadora nata. Quizás en sus relatos falte —para que esto no huela a panegírico—, esa chispa, ese gesto peculiar de su mirada cuando conversa de frente, cuando se interesa por ti y por los tuyos, cuando te da mucho más de lo que de ella podrías esperar.
En la literatura está casi todo dicho, pero es precisamente en las variantes, como sucede en la música, donde se descubre al autor; no tanto en lo que cuenta, sino en cómo lo cuenta. Historias todas ellas donde se palpa la vitalidad de la mujer que no se resigna al papel que hasta ahora le había asignado la tradición. Una rebelde que lucha por ser ella misma y a fe que lo consigue.
Para ti, Mirentxu, toda mi admiración y mi cariño.
Más información en la página
Más información en la página