Ya
hablé del regalo en forma de libro recibido este lunes, día de mi cumpleaños,
el primer poemario de mi amiga, Puri
Teruel Robledillo, editado espléndidamente por Unaria Ediciones. Entonces fue la emoción de rasgar la envoltura
como niño impaciente. Hoy quiero referirme a su contenido, el cual no se lee
tan rápido, a pesar de sus 85 páginas.
Ella
dice de sí en la solapa de la portada: “Soy
una mujer que contiene a todas las mujeres, conservándolas a salvo,
conservándolas a salvo con el corazón siempre a su lado.” Y verdaderamente
es así, pues en este libro se concitan la mujer, la madre, la esposa, la
amante, la amiga, el ama de llaves de todos los sentires.
La
voz poética es una fémina herida, traspasada de amor; un ser que ama y necesita
ser amado en cualquiera y en todas las facetas de su vida y que atraviesa todas
las edades desde la pubertad hasta el presente similar al de su autora, esposa
y abuela feliz. Cuando se siente sacudida de sensualidad, traspasada de dolor o
bajo el aturdimiento de la soledad, en lo festivo del encuentro, bajo las aguas
de unas lágrimas o en una expansiva sonrisa.
La
lectura de este poemario es aparentemente simple, directa, sin barroquismos,
adjetivaciones ni tampoco engolamientos; palabra desnuda, pero que obliga a la
relectura si no queremos quedarnos en la epidermis. Fácil de leer, pero con un
trasfondo que nos invita a segundas o terceras lecturas e interpretaciones.
Versos cuajados de feminidad y ricos en metáforas bellísimas y rotundas: “con la virginidad entre los muslos, / con la
juventud derramándose / a borbotones.”
Aparentemente
estamos ante una mujer frágil y sin complicaciones, toda ella sencillez: “Yo era de porcelana / sin ninguna pintura.”
Una mujer que busca el camino de la felicidad a la que a las primeras de cambio
le llegan los conflictos emocionales: “Querías
llegar más lejos / penetrar / hasta el centro del oasis.” Ese conflicto
juvenil entre cuyas actividades pendientes está: “Emprender un vuelo rasante / hacia tu boca.” En sus versos se
percibe un esmerado trabajo de búsqueda del lenguaje óptimo para aflorar las
sensaciones que quiere transmitir.
A
lo largo del libro se detecta todo un ejercicio de crecimiento y
transformación: “He necesitado una vida /
para fabricarme estas alas.” Esta mujer se desenvuelve en el medio común al
resto de sus semejantes como cualquier ama de casa; pero, así como Santa Teresa
rezaba entre los pucheros, ella es como las mujeres que conoce: “cocinando sus tristezas y posponiendo su
cita con la vida.”
En
su concepto poético se entremezcla la dulzura, las ansias de delicadeza y lo que lastima: “Hay poemas que nos pueden herir o sanar… / nos acarician o nos golpean…
/ para mostrarnos el hedor del mundo.” Es una voz poética donde junto al
dolor aflora la soledad, mas soledad en medio de su mundo familiar y de
amistades, de búsqueda: “Todo es perfecto
cuando me sueño otra.” Un grado de inconformidad que le eleva sobre su propia
realidad y le ayuda a crear su propia voz,
donde la contemplación es una gran herramienta: “Cuando duermes, / te arropo con uno de mis versos.” Y también lo es
el inconformismo: “El único resquicio de
/ libertad que me queda…/ La poesía.”
Con
este ejercicio no pretendo saldar mi doble deuda por tan maravilloso regalo,
pero me queda la satisfacción de hacer a Puri
y a Amelia este singular acuse de
recibo. Gracias, muchísimas gracias a las dos: poeta y editora.