13 de abril de 2018

LOS DÍAS SE SUCEDEN





Ya hablé del regalo en forma de libro recibido este lunes, día de mi cumpleaños, el primer poemario de mi amiga, Puri Teruel Robledillo, editado espléndidamente por Unaria Ediciones. Entonces fue la emoción de rasgar la envoltura como niño impaciente. Hoy quiero referirme a su contenido, el cual no se lee tan rápido, a pesar de sus 85 páginas.
Ella dice de sí en la solapa de la portada: “Soy una mujer que contiene a todas las mujeres, conservándolas a salvo, conservándolas a salvo con el corazón siempre a su lado.” Y verdaderamente es así, pues en este libro se concitan la mujer, la madre, la esposa, la amante, la amiga, el ama de llaves de todos los sentires.

La voz poética es una fémina herida, traspasada de amor; un ser que ama y necesita ser amado en cualquiera y en todas las facetas de su vida y que atraviesa todas las edades desde la pubertad hasta el presente similar al de su autora, esposa y abuela feliz. Cuando se siente sacudida de sensualidad, traspasada de dolor o bajo el aturdimiento de la soledad, en lo festivo del encuentro, bajo las aguas de unas lágrimas o en una expansiva sonrisa.

La lectura de este poemario es aparentemente simple, directa, sin barroquismos, adjetivaciones ni tampoco engolamientos; palabra desnuda, pero que obliga a la relectura si no queremos quedarnos en la epidermis. Fácil de leer, pero con un trasfondo que nos invita a segundas o terceras lecturas e interpretaciones. Versos cuajados de feminidad y ricos en metáforas bellísimas y rotundas: “con la virginidad entre los muslos, / con la juventud derramándose / a borbotones.”

Aparentemente estamos ante una mujer frágil y sin complicaciones, toda ella sencillez: “Yo era de porcelana / sin ninguna pintura.” Una mujer que busca el camino de la felicidad a la que a las primeras de cambio le llegan los conflictos emocionales: “Querías llegar más lejos / penetrar / hasta el centro del oasis.” Ese conflicto juvenil entre cuyas actividades pendientes está: “Emprender un vuelo rasante / hacia tu boca.” En sus versos se percibe un esmerado trabajo de búsqueda del lenguaje óptimo para aflorar las sensaciones que quiere transmitir.

A lo largo del libro se detecta todo un ejercicio de crecimiento y transformación: “He necesitado una vida / para fabricarme estas alas.” Esta mujer se desenvuelve en el medio común al resto de sus semejantes como cualquier ama de casa; pero, así como Santa Teresa rezaba entre los pucheros, ella es como las mujeres que conoce: “cocinando sus tristezas y posponiendo su cita con la vida.”

En su concepto poético se entremezcla la dulzura, las ansias de delicadeza  y lo que lastima: “Hay poemas que nos pueden herir o sanar… / nos acarician o nos golpean… / para mostrarnos el hedor del mundo.” Es una voz poética donde junto al dolor aflora la soledad, mas soledad en medio de su mundo familiar y de amistades, de búsqueda: “Todo es perfecto cuando me sueño otra.” Un grado de inconformidad que le eleva sobre su propia realidad y le ayuda a crear su propia voz, donde la contemplación es una gran herramienta: “Cuando duermes, / te arropo con uno de mis versos.” Y también lo es el inconformismo: “El único resquicio de / libertad que me queda…/ La poesía.”
Con este ejercicio no pretendo saldar mi doble deuda por tan maravilloso regalo, pero me queda la satisfacción de hacer a Puri y a Amelia este singular acuse de recibo. Gracias, muchísimas gracias a las dos: poeta y editora.