Estas son las cavilaciones de uno de los protagonistas de la obra, Lievin, el esposo de Kiti. Lo nombro de primeras porque creo que es uno de los personajes más importantes de la obra. El más importante después de la protagonista; Anna.
La novela se desenvuelve en una historia de amor imposible, entre una mujer guapa y resuelta, casada muy joven con un hombre bastante mayor que ella, con un hijo. Y que la vida le va muy bien hasta que se le aparece el joven conde Vronski. Este se enamora intensamente de ella y ella de él. Juntos empiezan una idílica historia de amor hasta que se resuelve con el abandono de ella a su marido y a su hijo. Entonces, a ella la sociedad se le veta y a él la relación le ahoga. Un infierno psicológico se apodera de ella hasta que se suicida tirándose a la vía del tren.
Más que una obra de amor es una obra moralista. Y yo pondría más, pues es que el genio de Tolstói no se podría quedar ahí sólo, creo que es una obra existencialista. Y de ahí que haya empezado este relato por los pesadumbrosos pensamientos de Lievin.
Él, Lievin, y su mujer Kiti (antigua pretendiente de Vronski), son la antítesis del matrimonio de Anna con Karenin. Ellos no tienen, además de la diferencia de edad que los Karenin, la relación tan fría que Anna tenía con su marido. Y con todo eso, creo que Tolstói quiere reflejar que hay problemas más graves que los que se le presentaba a Anna con su marido y su amante. No en el matrimonio de Lievin, sino en todos. Los problemas de Anna que eran insalvables, luego, cuando sigue la novela, se dejan a un lado y aparecen las conjeturas y problemas que se ciernen en la cabeza de Lievin sobre el sino de la existencia. Una vez que el amor termina con la vida de Anna, la novela sigue y no hace ni siquiera mención a la pobre amante suicida. Empieza la cavilación real de la novela, a lo que Lev nos quería llevar. Y este es el ser de Lievin que razona su existencia, la cual culmina al final con la Fe y el seguimiento de la bondad. Resolución de premisas de las cuales el autor nos hace todo un estudio al final.
Al final de la novela Lievin, después de releer las teorías de los filósofos materialistas y no materialistas seguía meditando hostigado sin cesar por los pensamientos existencialistas, incluso llega a pensar en el suicidio (podemos ver un nexo en esto con el personaje de Anna, el otro personaje protagonista). En esto, un día, trabajando en sus tierras un engranador de la máquina trilladora le dio la respuesta: «…Pues vivir para Dios, observar su ley. No todos los hombres son iguales. Así usted, por ejemplo, tampoco sería capaz de hacer daño a los pobres», le dice Fiódor y esto cala en lo más hondo del alma de su patrono.
«Cuando Feódor afirma que Kiríllov (un propietario que explotaba a los obreros) sólo vive para su panza, comprendo lo que quiere decir. Es perfectamente razonable. Los seres racionales no sabrían vivir de otra forma. Pero enseguida afirma que hay que vivir, no para la propia panza, sino para Dios… ¡Y lo he comprendido desde el principio! ¡Yo y millones de hombres, en el pasado y en el presente, tanto los pobres de espíritu como los doctos que han escrutado estas cosas y ha hecho oír a este respecto sus voces confusas, estamos de acuerdo en un punto: hay que vivir para el bien! El solo conocimiento claro, indubitable, absoluto que tenemos es ése, y no hemos llegado a él por el simple razonamiento, porque la razón lo excluye, porque no tiene causa ni efecto. El bien, si tuviese una causa, dejaría de ser bien, como si tuviese una consecuencia, una recompensa. Por lo tanto, el bien está fuera de la ligazón de causas y efectos. Esto lo sé yo, lo sabemos todos, la ligazón de causas y efectos. Esto lo sé yo, lo sabemos todos. ¿Cabe imaginar un milagro tan grande?
»¿Habré encontrado verdaderamente la solución de mis dudas? ¿Voy a dejar de sufrir?»
Es una gran novela, a mi me ha gustado sobre todo por el final, al que debo de admitir, me ha costado un poco llegar. Creo que el autor se relaja demasiado en el personaje principal de la obra enseñándonos demasiado tarde sus inquietudes morales. Podemos pensar que lo hace a propósito para no interferir en la compleja resolución de Anna, lo cual sería comprensible, pero a mi gusto esto hace a la obra algo pesada. Hay algunas zonas en la novela que veo superfluas, como las aburridas andanzas de Lievin por Moscú, que aunque necesarias para reflejar su vacío, demasiado largas, y algunas más que no me acuerdo, en las cuales incluso se agrava el tedio todavía más con un lenguaje técnico. Resumiendo, genial como no podría ser de otra forma pero me hubiera gustado que estuviera un poco más condensada, creo que la obra no hubiera perdido sustancia; o sí,¡quién soy yo, mísero de mí!
Un saludo a todos.
Editado en Ínsulas el 14 de marzo del 2011.