El pasado lunes, día 19 de noviembre, en la biblioteca municipal Elena Fortún de Madrid se presentó por segunda vez LOS ZAPATOS DEL INDIGENTE ( Editorial Lastura) de ASUNCIÓN CABALLERO.
Esta vez la presentación estuvo a cargo de la poeta y narradora María Sangüesa y aquí os dejo las palabras que dijo sobre el libro a modo de reseña del mismo.
Asunción
Caballero, nos entrega este libro de poemas, LOS ZAPATOS DEL INDIGENTE,
y lo primero que nos intriga, al
contemplar su cubierta, es su título. Un título que nos resulta sorprendente y hace
que deseemos adentrarnos en el interior de su cuidada edición, así como quien traspasa un mágico umbral que nos introduce
en el inmenso mundo poético de la autora, en busca de esos zapatos, mientras
nos preguntamos quién camina sobre ellos
y de qué manera lo consigue.
Profundizar
en sus páginas es como abrir un amplio caleidoscopio que va mostrando luminosas
facetas. Nos lo adelanta el primer poema de la primera parte, que ha titulado: Asomada
a la barandilla de los días, en el que sus versos nos conducen a esa íntima
confesión sobre qué es, para ella, la poesía. Nos lo explica mediante
exquisitas imágenes:
Construyes
para mis zapatos
un
camino de cristales labrados con reflejos.
Lidia López Miguel ( la editora ) Asunción Caballero ( autora ) María Sangüesa (poeta y narradora) |
Su
mirada nos hace caminar sobre el tiempo, por los destellos de su infancia, entre
los brillos que se encienden y apagan sobre sus vivencias pasadas, sobre los
instantes que dejaron su huella indeleble en esa senda de vidrios que es la
vida, mostrando toda su belleza de
aristas multicolores que expanden sus reflejos─ inasibles reflejos─ de filos
cortantes y centelleos de arco iris, como promesas de esperanza, pese a la
cruda realidad que se anuda y se vislumbra en cada una de sus palabras.
Nos
va llevando, con maestría, por la senda del amor, de la amistad, y de su genealogía,
hija y madre, raíz, fruto, y semilla. Amante y amada, contra el discurrir de los días, rodeada por
un mundo que se estremece ante tanta injusticia y en el que los más inocentes son
las víctimas.
Un mundo/camino
en el que ella, mujer comprometida, alza su voz contra el dolor ajeno y no se
detiene demasiado en el suyo. Es consciente del implacable tiempo que fluye y
se escapa, mientras ella permanece en esa barandilla/atalaya, desde la que contempla como la fuga de los
días deja su rastro en la piel y en las manos, en el espíritu y en la psiquis, de la mujer que ama y vive. Y
que decide continuar en el amor, aún con todo el peso de saberse tan vulnerable
como humana.
Alguna
vez
nos
herimos con el vértice
de
las palabras
y
nos faltó algún perdón
pero
mis manos siguen anhelando tu abrazo de cada tarde
y
tus manos
aprenden
a reconstruir las orillas de mi piel.
Nuestra poeta avanza desde la vivencia
personal hacia la visión sobre todo lo
que acontece tras la realidad que asalta nuestro despertar de cada mañana, con
las noticias de esos horizontes lacerados por la guerra y por el éxodo sangrante
de quienes huyen en busca de un improbable futuro.
Lo expresa magistralmente en el último
poema de La barandilla de los días que cierra con tres demoledores versos:
Hay
días
en
que finalmente
consigo
no morir.
Así, casi sin aliento, llegamos a LA
SUELA DE LOS ZAPATOS.
En esta segunda parte de su poemario nos
transmite que hemos alcanzado ese punto tan difícil que es el de pisar el
camino, el de sentir la realidad de cada paso, el de avanzar sobre las heridas que producen los filos de sus
cristales. Mascab interioriza cada pulsación de vida, abarcando sentimientos
universales que a todos nos atañen y nos conmueven.
Nos habla de la amistad, de la muerte que
se lleva a quienes son nuestro patrimonio afectivo, de la decepción que produce
esa amistad que se rompe y llega a doler tanto como esa misma muerte, pues de sentir como agoniza un afecto
se trata, y hay que enterrarlo y hay que seguir caminando, disimulando las
heridas, como si no pasara nada.
Y hay que seguir creando, con esos versos mitad
denuncia, mitad llanto, sintiendo deslizarse esas lágrimas que no caen de los
ojos de la hermana en cuya mirada de detuvo la tristeza, escondida tras el humo
de los innumerables cigarrillos. Y aquellas otras lágrimas de sangre, las que
calaron la tierra que se extendía bajo la niña indefensa que sufrió una
ablación, abrazada a quienes debían de haberla protegido.
Nada pasa desapercibido para nuestra poeta.
Ella sabe que hay que escribir, porque no hay dioses que escuchen nuestras
súplicas. Sólo el papel recibe sus palabras, como si de oraciones o de súplicas se tratara, para construir con
ellas los versos que alientan el alma de sus poemas:
Tengo
un montón de escombros
material de reciclaje,
con
ellos debo hacer una catedral.
Así las vueltas de su particular
caleidoscopio nos siguen deslumbrando con las originales imágenes que crea, con
el brillo de sus metáforas, bien ajustadas a unas expresiones de gran nitidez sintáctica,
de belleza tan exquisita como cotidiana, y de construcción accesible para todo
aquel que se detenga a leer estos poemas, de excepcional hondura bajo su
aparente sencillez , con versos de ritmo ascendente, fieles a esa idea de alzar
una catedral con los materiales que la vida le proporciona.
Y es que Asunción recoge las duras sombras
de todo aquello que es denunciable, a lo
largo del camino vital, para traspasarlas con su luz y transmutar el dolor en poesía y, por
supuesto, en Belleza.
De esta manera llegamos a la tercera y
última parte de este intenso y hermoso libro, que cierra con diez poemas
numerados, bajo el título de EL INDIGENTE.
Para
ser persona,
hay
que llorar con el afligido, reír con el ilusionado, calzarse los zapatos del
indigente y desterrar la soberbia del poderoso.
Magistral cierre de su obra, pues también
aquí su caleidoscopio literario resulta resplandeciente, aunque sus aguzados
filos nos sajen el alma desde las reflexiones del indigente, mediante un
acertado soliloquio en el que sus sentimientos se prolongan a los zapatos, haciendo
hincapié en todo el trayecto que han realizado juntos, descansando en la noche, bajo el refugio de un puente, en
el parque de una macro ciudad sin nombre. Larga noche a la intemperie de la
vida y su letal crudeza. Interminable noche de soledad, sin amparo ni esperanza,
que puede llegar a alcanzar a cualquiera.
La
ciudad es una gran cloaca que engulle vidas
aspira
las ideas de sus ciudadanos
y
se nutre de las almas que llegan a ella
buscando
ser libres.
Más adelante nos corta la respiración cuando,
con su peculiar destreza, nos lanza unas metáforas, plenas de color y sentido.
Pobre
alondra
tan
sola entre tantos pájaros diferentes
¿qué
pensaran de ella
los
periquitos extranjeros con sus papeles
de
“ya nacionalizados”
y
los gorriones indígenas
que
ven como otras especies
ajenas
a su territorio
les
echan de sus casas?
Cerramos esta magnífica obra mientras
continúan los fulgores que su lectura nos ha dejado prendidos sobre las
honduras de nuestro interior, allá donde se aúnan sensibilidad y conciencia.
Gracias, Mascab, Asunción Caballero, por
este hermoso libro pleno de luces y de sombras, con centelleos de arco iris, de
vida, y de inspiración.
Has conseguido elevar una catedral de
versos, con la magia de esas aguzadas aristas del cristal que la poesía te ha
ido ofreciendo, sobre algunos tramos del camino de la vida, y que tú has sabido
engarzar, con destreza de orfebre, en cada una de las palabras de este libro que nos entregas:
LOS ZAPATOS
DEL INDIGENTE.
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