Me ha llegado hace un tiempo el poemario de Teresa Antares: Vaivén (Huelga y Fierro Editores). Ya seguía desde hace tiempo a Teresa, su forma de escribir, la sensualidad que define su poesía. Tiene una fuerza extraordinaria para comunicar y que el lector quede impregnado y guiado a través de sus poemas.
A veces se piensa que hacer poesía erótica, está cerca de convertirse en pueril, demasiado radical, sucia o transgresora. Es cierto que la indiferencia no cabe en el poema. Pero también es cierto que hay un tipo de poesía que en ocasiones se echa en falta: y es la elegancia. No solo hay que romper ciertas barrearas para saber comunicar, si no también ser capaces de sacudir al lector, de atraerlo.
En la poesía tiene que verse todos los sentidos: gusto, olfato, tacto, vista,olor... como si rozaras un labio, un muslo, o un cuello. Como si tu lengua besara los ojos, la piel. Como si saborearas la palabra amor, placer, tierra, herida, vientre, etc. Cuando consigues expresar algo sin decirlo, o el lector se crea la imagen casi sin conseguirla, entonces la poesía fluye en su estado más natural, más puro y envolvente.
La poesía de Teresa tiene este influjo sensual. Un lenguaje y un ritmo pausado, sorprendente y lleno de matices. A veces sacude, a veces acaricia y otra veces rompe. Desata la palabra como un juego. No somos mejores poetas porque expresamos mejor, si no porque sabemos cómo y por qué y para qué jugar con la palabra, con la medida exacta en una estrofa.
Como lo haces ahora,
bautiza las alas de mi silencio
con la rúbrica lenta,
suave y amorosa de tu boca.
Suspiras sobre mí, y yo muerta de sed
te regalo mis caderas abiertas.
Toda la fuerza del amor es un impulso. Y no sabes por donde te llevará ese impulso, qué puerto tocará; es inapelable.
Este libro camina por un alegato a favor del deseo, de dejarse llevar por la fuerza amatoria. Convertir el deseo en una fuerza poética, y el cuerpo en el representante de todas las emociones, que el alma expresa convertida en carne. El cuerpo habla, es el poeta, es la metáfora, ritmo... Como en el prólogo expresa Noé Lima cuando afirma: el cuerpo es un espejo de voces ahogadas.
Estamos tan acostumbrados a controlar las emociones que a veces nos encontramos en una cárcel. Vivimos en un mundo en el que parece necesario aparentar, y esconder lo que sentimos y amamos; un signo de debilidad mostrarnos como somos. La vulnerabilidad puede ser un coste demasiado alto.
Vaivén es un estallido de fuerza, de libertad y plenitud.
Soy humedad y fuego.
Como una bestia salvaje, me desgarra
el ansia de volver a poner
la noche boca arriba.
Cada verso es un juego: vamos dejando una prenda. Una prenda que al dejarla, y como una cebolla, capa a capa nos desnuda, nos deja más humanos, más sencillos, ¿por qué no? instintivos, al amparo de nuestras pasiones.El recorrido del libro es una búsqueda del amor en todas sus vertientes, sin embargo hay poemas que intetnan encontrar después de la seducción un encuentro místico con el otro...el cuerpo no es solo experiencia y pasión...también es unión del alma en uno solo:
Algo en nosotros se hará utopía.
Quizás aquel tiempo taasado de otoño
guarde entre sus hojas caídas
la sensación perpetua de todos los silencios,
cuando ovillados uno en el otro,
nos aislábamos del resto del mundo.
Os dejo el poema que más me ha gustado de este libro, que ya os invito a leerlo, para saciar vuestra sed o despertar el hambre por amar y ser amados.
Eso es lo que en definitiva venimos a este mundo, a veces, demasiado oscuro.
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